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Reparación histórica

Actualizado a

Está de moda arreglar viejos problemas en el tenis. A la noticia de hace un mes de que habrá un recálculo del ranking mundial para ver si Guillermo Vilas fue número uno del mundo o no se sumó el reclamo de la Federación de Tenis de Chile para que Marcelo Ríos se quede con el título del Abierto de Australia 1998.

Dos meses antes de convertirse en el primer tenista hispanoparlante de la historia en acceder al número uno del mundo -si es que a Vilas no le arreglan los puntos-, el Chino fue el tercer tenista criollo, después de Anita Lizana y Lucho Ayala, en llegar a una final de Grand Slam. Y cayó a manos del checo Petr Korda, por 6-2, 6-2, 6-2.

Fue un partido para el olvido. Fue un eclipse dentro de los tres meses más maravillosos de la vida tenística del zurdo de Vitacura. Además, Korda se quiso pasar de listo ese día celebrando con la rueda famosa esa que era calvario de muchos en Educación Física. Ríos tenía claro eso de que la venganza se sirve tan fría como el gazpacho y cobró un mes y medio después en Indian Wells, con una voltereta tan burda y fome que fue una cachetada para su rival.

Los controles de dopaje confirmaron que Korda jugó dopado. Le quitaron los puntos y los premios. Intentó volver al circuito después de una suspensión, pero no logró figurar y dejó una sombra de ignominia porque lo suyo no fue un antigripal mal prescrito o un antialérgico no informado en los controles. Todos sabían que hubo intención de mejorar rendimientos antirreglamentariamente.

Los tres primeros meses de Ríos en 1998 fueron magníficos, superlativos, gloriosos. Tanto que llegó a desbancar a Pete Sampras de la cima del tenis mundial, quien llevaba cuatro años ininterrumpidos de dominio. Y no había atisbos de que nadie lo lograra hasta la irrupción del chileno.

En ese trimestre, el Chino tuvo 25 triunfos y cuatro derrotas. Sumó los títulos de Auckland, Indian Wells y Miami, además de la final de Australia y las semis en Memphis. Capturó el número uno y su racha finalizó en Buenos Aires, durante una Copa Davis contra Argentina, por una lesión al codo producto del cambio de superficie que lo tuvo dos meses y medio fuera de las pistas.

¿Merece Ríos que le entreguen el título de Australia? Absolutamente.

Porque su rival hizo trampa. Porque la campaña descrita merecía la corona de un major. Y porque quienes no quieren que Marcelo Ríos esté en la galería de los grandes de todos los tiempos del tenis -seguramente porque lo encuentran pesado- siempre esgrimen el mismo argumento: que fue el único número uno del mundo que no ganó un Grand Slam.

Darle el título aclararía el cuento definitivamente. Aunque se haya perdido la entrega de la copa, el canguro de peluche, el sombrero de Cocodrilo Dundee, ni haya descorchado la champaña. Eso da lo mismo a estas alturas. Sería una reparación histórica total y absolutamente justa.