El teatro de La Cisterna
Carlos Luis Morales, ex arquero ecuatoriano con brillantes temporadas en Independiente de Avellaneda y largo años como titular de la selección de su país, estuvo durante los 90 en Palestino. Aquella vez, al referirse al Estadio Municipal de La Cisterna, dijo: "Esto parece un mausoleo, un cementerio. Es frío, es lúgubre. Tu sientes ese frío cuando ingresas a la cancha".
El estadio, edificado en los 80, estuvo largos años en obra gruesa, con esas tribunas enchapadas en piedra de huevillo y la misma pista de ceniza que tiene hasta hoy, antes de ser estrenado oficialmente en 1988, con un amistoso entre Palestino y el Puebla mexicano.
Un comentarista radial, maldiciendo su suerte de tener que ir a un partido a la cancha de la esquina de las avenidas El Parrón y José Joaquín Prieto, alguna vez dijo: "Me toca ir al Teatro del Sueño", como ironía con Old Trafford. Por alguna extraña razón, rara vez había un partido entretenido en La Cisterna.
Uno de los libros del periodista Esteban Abarzúa cuenta la historia de un reportero gráfico que siempre le pedía a su editor de fin de semana que lo pauteara para los partidos de La Cisterna. Estaba 20 minutos obturando hasta que "aseguraba el mono", según la jerga de los fotógrafos. Luego, acomodaba el bolso como cabecera y dormía la siesta a la sombra de uno de los letreros publicitarios detrás del arco.
Muchas veces lo más entretenido de las jornadas cisterninas era ver a Luis Dimas y otros insignes hinchas árabes gritando y garabateando como locos.
El sábado hubo un partidazo. El 3-3 entre Palestino y O'Higgins tuvo todos los ingredientes que el hincha que paga su entrada espera ver. Un gol digno de la Premier League de Pablo Calandria (cabezazo bombeado que le cambió el palo al arquero); otro digno de cualquier liga de Braulio Leal, con una volea soñada desde fuera del área; un autogol absurdo de los celestes y, pese a que hubo falla del arquero y de toda la defensa celeste, el del empate del Tiburón Ramos en el cuarto minuto de descuento. ¿Qué más se podía pedir?
Los jugadores se fueron pateando la perra, porque ninguno quería empatar. Los dos equipos salieron a ganar y pudieron perfectamente hacerlo. Los hinchas, más allá de la pica por el resultado, se fueron satisfechos. Esta vez hubo un gran espectáculo en el Teatro de La Cisterna.