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El gol imposible

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Esta semana se cumplieron treinta años del “gol imposible” que le convirtiera Jorge Aravena a Uruguay en la eliminatoria de 1985. Del tiro libre servido por el Mortero se ha escrito mucho y fabulado más. Miles fuimos testigos directos del remate combado de zurda que superó el 1.87 metro del arquero uruguayo Rodolfo Rodríguez, los cuales, sumados a sus extensos brazos, la mano extendida al máximo y el brinco, pasaba los 2.50 metros. Y la pelota se metió igual, haciendo una parábola y cayendo (girando como un planeta desbocado) en el segundo palo, en las barbas mismas de un Carlos Caszely eufórico y listo para darle el empujón necesario si es que la Penalty tenía por ventura no entrar.

Conté que miles fuimos testigos, 79.911 para se exactos. Yo desde mi tablón agrietado en la galería norte tuve la panorámica perfecta de la jugada. Como tantas veces, llegué a la cancha al menos seis horas antes de que comenzara el juego. Hubo un preliminar de la Copa Polla Gol entre Colo Colo y Católica, menos seleccionados, que no hizo más llevadero el sol a plomo. Fuimos un lote grande de compañeros de colegio, once o doce, entre los que se incluyó a Jaime Berestain, hoy diseñador de fama mundial y residente en Barcelona. Su presencia en el Estadio Nacional era tan improbable como el remate combado de Jorge Aravena.

No pocos medios han hecho el registro de la efeméride. El diario La Tercera ocupó sus páginas en una extensa nota donde se invitó a Jorge Aravena, ataviado con la tenida de la selección chilena, a recrear el disparo con pelota muerta. Y como los grandes momentos no resisten la tentación de la hipérbole, El Mortero ubicó la pelota varios centímetros más cerca de la línea de fondo que en el remate original. Lo mismo en la altura de Rodríguez, tal como lo señalé, el extraordinario guardavallas uruguayo, maestro atajando y haciendo tiempo simulando lesiones, medía 1.87 pero en la nota se lo eleva a 1.91 metro.

Así es la historia, flexible. Tal como lo señala Javier Cercas en su último libro “El Impostor”, el testigo no es historiador, por lo tanto no escribe la historia sino que entrega un testimonio, y es inevitable que estas distorsiones aparezcan a la hora del recuerdo y la reconstrucción. Tal vez, en 30 años más, Aravena pateará desde la línea de fondo misma y Rodríguez mida entonces sobre dos metros. Irrelevante. Sin embargo esto no quitará al fondo de la historia: el Mortero pateó al arco y el remate no fue una chiripa. Un golazo gritado hasta el alma, contra una selección uruguaya que te mataba a chuletas y a la que odiábamos con el alma. Feliz cumpleaños “Gol imposible”, uno de mis mejores recuerdos sentando en el celeste tablón del Nacional.