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Guarello

El campeón y el mejor

Cuando Chile ganó el Mundial de Polo el 2008 la noticia no tuvo demasiado eco. Primero porque fue en México y segundo porque las redes sociales, esa verdadera guerra de escupos y vertedero del pensamiento inmediato y sin reflexión, no tenía el peso en la construcción de la realidad como en la actualidad. Entonces advertí, igual que ahora, que la exigencia de este torneo era limitada debido a la restrictiva norma de la Federación Internacional de Polo de acotar los equipos participantes a un hándicap total de 14 goles. Esta norma, vigente desde el primer mundial de Polo en 1987, deja afuera a centenares de jugadores que son, apenas, los mejores del Mundo. No es un dato irrelevante. Es como hacer un Mundial de fútbol sólo con jugadores amateurs o una Copa Davis con tenistas del lugar 500 ATP para atrás. En una columna en El Mercurio demostré, números en la mano, que sólo en la provincia de Buenos Aires se podían armar 100 equipos mejores que cualquiera de los que haya disputado ese campeonato en México.

Bueno, Chile volvió a ganar el Mundial, pero en esta ocasión fue de local, con transmisión por cable y la levadura de las redes sociales, las cuales, una vez más, exageraron hasta la locura el logro. Aquí hay que separar dos cosas que son fundamentales. La primera es que, efectivamente, el polo chileno ganó el torneo en buena lid, siendo superior a sus rivales y derrotando a Estados Unidos en una final dramática. Eso no está en cuestión. El cuarteto nacional fue el mejor del torneo y se coronó campeón mundial. Dicho lo anterior, hay que agregar que, debido a las severas y restrictivas normas de calidad que la Federación Internacional de Polo impone al Mundial, de ninguna manera se puede decir que Chile es el mejor equipo del mundo. Decir esto, aunque quede bien con la gente e infle la eterna necesidad compulsiva nacional por lograr triunfos, es engañar a la gente y, lo que es peor, engañarnos a nosotros mismos como comunicadores.

Uno de los más honestos ha sido el propio entrenador del equipo chileno, Martín Zegers, quien puso paños fríos y dimensionó la real valía de este Mundial en el diario Las Últimas Noticias: “Lo hacen así (con 14 de hándicap máximo) para que puedan participar más equipos, porque Argentina puede parar tres equipos y nadie les hace el peso. Eso no lo discute nadie (…) Pero este Mundial de la FIP lleva 30 años y tiene su tradición. Tiene la gracia de que salen figuras jóvenes”. Al final del día, el propio entrenador de Chile, ve como mayor valor del Mundial la promoción de figuras jóvenes y el hecho de que se haya mantenido en el tiempo.

El verdadero mundial de Polo, aunque no tenga ese nombre, es el Abierto Argentino que se juega en Palermo. Ahí compiten los mejores jugadores del mundo, los más altos hándicaps y llegar a integrar alguno de los equipos participantes es cosa de jugadores del más alto nivel. No es raro que en la final se junten 80 goles sobre la cancha. El requisito mínimo para participar es tener un equipo de 28 goles, el doble del máximo del Mundial para hacerse una idea de la diferencia de nivel. Es más, sólo Brasil (31), Inglaterra (28), Estados Unidos (28) y Nueva Zelandia (28) cumplen con ese mínimo además de seis o siete equipos argentinos. Chile quedaría afuera por un gol: García Huidobro (8), Donoso (7), Alejandro Vial (6) y Matías Vial (6). Misma situación para Estados Unidos (27) y Australia (26). Todo lo anterior en el hipotético caso de que los países en cuestión pusieran a sus mejores polistas.

A todos nos gusta que Chile gane, ojalá que se encumbre a nivel mundial. Pero antes que ganar, está la verdad. Yo no celebraría un Mundial de Fútbol con jugadores de Primera B o un campeón mundial de 100 metros planos cuando la marca máxima es 10.50. Entiendo que la Federación Internacional de Polo quiera difundir el deporte, abrir el abanico de países participantes y evitar el monopolio de Argentina, y por lo mismo pongo las cosas en su lugar, aunque moleste y provoque insultos. No conozco otro deporte de equipos donde se excluya del campeonato mundial a los mejores por reglamento. Prefiero que me tilden de chaquetero o antipatriota que de mentiroso, vendehumo y oportunista.