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Pagar para correrla II

 Como siempre que hay una voz disonante, y con el bombín de las redes sociales, mi columna de ayer sobre el Maratón de Santiago generó una ácida y feroz polémica. A mi entender, exagerada. Se trata apenas de una opinión, un punto de vista, pero, con las consecuencias sobre la mesa, es necesario profundizar algunos aspectos y complementar lo expresado con información valiosa.

a) Me parece excelente que 28.000 personas salgan a correr y que algunos se animen a los 42.195 metros, esto es digno de aplauso y reconocimiento. La crítica no apunta hacia ellos, sino al tremendo negocio que se ha edificado a partir de este Maratón, cada vez más caro, cada vez menos competitivo, cada vez más redituable para los organizadores parapetados tras una oportuna “corporación sin fines de lucro”.

b) No estoy en contra de que se pague por correr, pero es necesario que hayan tarifas diferenciadas. Por ejemplo, los atletas federados (como Érika Olivera), que tienen una mayor exigencia y defienden al país en competencias internacionales no deberían pagar. Los seniors y estudiantes, como en tantos otros rubros, deberían tener una tarifa mucho menor. Caso aparte los paraolímpicos, también deberían competir gratis, o, a lo más, pagar una inscripción simbólica.

c) Es necesario que el Maratón, que se rige por las normas y está en el calendario de la IAAF, sea organizada y esté bajo la tutela directa de la Federación Chilena de Atletismo y no de ésta imprecisa y resbalosa Corporación. Todos los recursos que genere se reinvertirían en el atletismo nacional (becas, entrenamientos, implementos, viajes, entrenadores), dándosele un destino provechoso al dinero.

d) Sería bueno aclarar el papel de los ex dirigentes de la Fedachi, Álvaro González y Fernando Jamarme, en la Corporación Maratón de Santiago. Sus gestiones en la Federación de Atletismo fueron lamentables, dejando a Chile en el séptimo lugar de Sudamérica, el peor de la historia, a la vez que se enfrentaron con decenas de atletas, obligando a varios a retirarse de la actividad debido a las presiones, malas prácticas y abusos de autoridad. Resulta que, una vez fuera de la Fedachi, no sueltan la nutritiva teta del Maratón de Santiago.

e) Urge subir el nivel competitivo, con dos keniatas y la peruana Melchor se salvan las apariencias pero la carrera está corrida antes de empezar. Veo que la Corporación tiene más interés en “meter mucha gente a la calle”, que en hacer un maratón de nivel. En Sudamérica hay varios corredores interesantes que podrían competir. Pero hay que hacer las gestiones.

f) Tomando en cuenta las importantes subvenciones del estado para esta prueba, sería una acción mínima que la organización liberara un número importante de inscripciones gratuitas a atletas de menores recursos, regiones, pueblos originarios, etc. Se les entrega gran parte de la capital por varias horas, pues bien, algo pueden dar a cambio.

g) No es importante ni negativo que se haga vida social y farándula a partir del Maratón. Lo grave es cuando esa vida social y esa farándula se ponen por sobre la competencia. Es decir, resulta más importante que “haya muchos famosos corriendo” que haya muchos atletas buenos dándole nivel a la competencia pedestre.

Para cerrar, entiendo que cuestionar la forma (no el fondo), de una competencia masiva genere polémica y bastante rechazo. El tema no son los runners que entusiastamente van a correr, ni siquiera los que van a tirar pinta o echar la talla. Hay espacio para todos. El fondo del asunto está en el fomento del pedestrismo, la utilización del espacio común y el negocio de unos pocos bajo la cobertura de la masividad y la integración. Se trata de hacer este maratón más amplio, más inclusivo y de mejor nivel.