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Para un observador neutral el desenlace del torneo de Clausura 2014-2015 fue un manjarcito dominical. Los once goles en San Carlos de Apoquindo y el estadio el Cobre del Salvador mantuvieron la incertidumbre hasta el último minuto de descuento. Más allá del color de la camiseta, nadie quedó indiferente ante una historia que bien pudo quedar inconclusa.

El calvario lo vivió el hincha de la UC que vio escapar de manera inexplicable el triunfo ante Iquique luego de irse al descanso en ventaja de 3 a 0. Ese resultado no garantizaba nada porque el título hubiera seguido dependiendo de Cobresal, pero al menos estiraba la definición y le ponía tarea al cuadro de Giovagnoli ante Unión Española en la última fecha. Con todo, que Cobresal venciera a un descendido Barnechea no tenía mucho de sorpresa, pero sí que Católica entregara el campeonato en bandeja después de cómo se dieron las cosas en el primer tiempo.

Quién podría discutir que Mario Salas le devolvió competitividad a un equipo que tras la partida de Marín Lasarte -y un interinato de Rodrigo Astudillo que tuvo discretos resultados- padeció al argentino Julio César Falcioni. El ex técnico de Boca no encajó nunca en la UC. No solo no fue capaz de hacer jugar bien al equipo sino que terminó por perder credibilidad en el camarín. Tampoco, dicen los que están diariamente en la casona de San Carlos, trabajó mucho por cambiar la historia. A las tres de la tarde estaba sentado en el living de su casa. Con méritos evidentes, en cambio, el Comandante Salas levantó el espíritu de un equipo golpeado por tres segundos lugares y la inacción de un técnico de renombre que fracasó rotundamente.

El problema de Salas y que es parte de su proceso de formación como técnico es que debe aprender a dar equilibrio a sus equipos. Los cuadros solventes en instancias decisivas saben manejar los resultados y, con pragmatismo, cerrar los partidos. Católica, a lo largo del campeonato, no fue un equipo sólido. Jugó como al hincha de la UC le gusta, tomando riesgos, convirtiendo goles, dando espectáculo, pero no tuvo la capacidad necesaria para equilibrar sus líneas. Y lo pagó carísimo. Lo de este domingo fue una postal.

Uno se pregunta, si Católica necesitaba ganar a todo evento, si Barnechea estaba dando el golpe en El Salvador, si el partido estaba 3 a 0 a favor, ¿no era conveniente sacar el pie del acelerador, agruparse mejor y administrar mejor esa amplia ventaja? ¿Era más fuerte la convicción de seguir buscando el arco contrario y no traicionar el ideario personal?

En 17 partidos, el equipo de la franja recibió 29 goles y luce hoy el poco gratificante record de ser la tercera defensa más batida del torneo por delante de Barnechea y Palestino. ¿Cómo un equipo que pretende ser campeón va a recibir casi dos goles por partido? Esa abrumadora irregularidad le significó a Católica quedar al margen de la lucha por el título faltando todavía una fecha para el final.

Mario Salas es un buen técnico, sacó a Barnechea campeón de tercera de división y sentó las bases para su a ascenso primera, luego estuvo a punto de meter a Chile en semifinales de un mundial sub 20 y, posteriormente, dirigió a Huachipato en la Copa Sudamericana. En Católica, nadie puede decir que fue un desastre o debiera irse. No olvidemos que al llegar solo tuvo la opción de incorporar tres jugadores y que recién ahora puede adecuar el plantel a su gusto. Su tarea en lo coyuntural es ganar la liguilla y meterse en un torneo internacional, pero de cara a la siguiente temporada el desafío es lograr que la UC sea un equipo regular, estable, maduro. Y debe lograrlo a pesar de su hasta ahora intransable filosofía. El hincha cruzado se lo exigirá.