Iturra
A la fuerza no es cariño
Mucho se ha dilatado el tema de la renovarle contrato a Héctor Tapia como director técnico de Colo Colo. La negociación ha dejado caídos. Y hay otros que están en la cornisa.
Al preparador físico Juan Ramírez no lo sacaron del primer equipo por los desgarros y contracturas que tuvo el Cacique. Ni tampoco porque no dejaron ingresar al camarín a los dirigentes tras el partido con Audax Italiano.
Le pasaron la cuenta por su incontinencia en redes sociales. Específicamente por el capítulo en donde atacó a Johnny Herrera. Es cierto que el portero es el máximo enemigo en vida del Cacique, pero los dirigentes piensan que el preparador físico del equipo está para optimizar el rendimiento de sus jugadores y no para generarle líos a la institución.
La otra víctima es Miguel Riffo. En la dupla con Tito Tapia, Miguel Augusto ha hecho el papel del policía malo, el que está dispuesto a enemistarse con todo el mundo por el bien del equipo. Claudio Borghi, quien alguna vez dijo que el ex defensa merecía un contrato vitalicio, le mandó a decir que si no lo querían, era mejor que se fuera.
Una pregunta. ¿Si el técnico fuera Borghi, los dirigentes se atreverían a decirle que para renovar debe cambiar al ayudante y al PF?
Este martes debería haber una definición. Tapia podría cerrar filas con su partner Riffo e irse como el técnico joven y exitoso que logró la ansiada estrella 30. De paso, creo que quedaría con las puertas abiertas para regresar al club de toda su vida.
También está la opción de que acepte que los dirigentes cuestionen su círculo de hierro. Es legítimo, pero la duda es qué pensarían los jugadores. Cómo recibirían al entrenador con su nuevo ayudante en el camarín, ese lugar que es sagrado para los futbolistas, allí donde las lealtades son inclaudicables.
El tema es complejo. Quizás peliagudo.