Hernández
Tiempo al Tiempo
La última vez que un chileno pasó la qualy de Roland Garros fue Jorge Aguilar hace cinco años. Ganó tres partidos y en la primera ronda del cuadro principal tuvo un punto de set frente a Thomas Berdych antes de caer por 7-6, 6-3 y 6-1. Era 2010, Fernando González aún estaba entre los 20 mejores del mundo y Nicolás Massú capaz de librar una batalla de cinco sets con el italiano Fabio Fognini.
Los tiempos han cambiado y la realidad del tenis chileno nos permitió tener en la actual edición del abierto de Francia a tres jugadores en la clasificación: Nicolás Jarry (180º) Hans Podlipnik (205º) y Christián Garín (249º). ¿Resultado? Todos perdieron en primera vuelta y sin ganar un set.
¿Da para alarmarse? No. ¿Somos un desastre? Tampoco ¿Estamos condenados a no tener nunca más un representante en el cuadro mayor? Menos. La clasificación de Roland Garros reparte más de un millón de euros en premios y jugar ahí equivale a participar en un challenger de 100 mil euros. Nada sencillo. Jarry, Garín y Podlipnik perdieron ante jugadores de mejor ranking. No es precisamente un fracaso.
Los tenistas chilenos son básicamente jugadores de arcilla y Roland Garros representa la mayor expresión del circuito en esa superficie. Jugar en Bois de Bulogne es lo máximo para quienes se criaron pegándole a la pelota en polvo de ladrillo. Una oportunidad única por los premios que se pagan, la calidad de las canchas y el entorno glamoroso que rodea al campeonato. En ese contexto, despedirse rápido de Paris obviamente duele, pero siendo sinceros, perder en primera de qualy estaba dentro de las posibilidades.
No se trata de ser conformistas, ni de decir que Jarry, Garín y Podlipnik no tenían mayores opciones de pasar la clasificación. Por el contrario, entrar a la fase previa de Roland Garros ya es un mérito y condice con el ranking que han logrado. Ganar rondas y avanzar al cuadro es otra historia. Podlipnik, Jarry y Lama tampoco lo lograron en Australia.
Muchos se preguntarán qué podemos esperar de esta camada. Y, en realidad, lo primero que hay que decir es que cada uno tiene sus propias particularidades. Los jugadores no son comparables entre sí, tienen edades diferentes, están en distintos momentos en sus carreras, cuentan con niveles de apoyo dispares y los niveles de confianza en su juego difieren semana a semana. Un ejemplo: Gonzalo Lama que pudo jugar la clasificación de Australia, pero bajó en el ranking y quedó fuera de la qualy de Rolanga.
Tras Jorge Aguilar, que a los 30 años seguirá jugando una temporada más y lucha por volver a los 300 primeros del mundo, Podlipnik es el más veterano. Con 27 años a cuestas se ha afianzado como un buen doblista y busca consolidar a nivel de challengers una solvencia a toda prueba en los futuros. Hace algunas semanas hizo cuartos en el challenger de Ostrava y va por más en la gira europea. Su madurez tenística seguramente le permitirá volver a los 200 mejores del mundo.
Nico Jarry ha tenido una temporada regular. Ganó su primer partido a nivel ATP e hizo semifinales del challenger de Cali, pero aún no logra destaparse. Ahora bien, por qué habría que exigirle más si hoy es uno de los ocho jugadores menores de 20 años con mejor ranking ATP. Tiene un mundo por delante y características para jugar bien en todas las superficies. Qué más da si se demora uno, dos o tres años en meterse en el circuito grande.
El caso de Garín es equivalente. Tiene 18 años y aunque el medio tiende a apurarlo, hay que respetar sus procesos. Estar entre los 250 mejores del mundo a su edad no es cualquier cosa, nadie se lo regaló. El argentino Agustín Velotti ganó Roland Garros junior en 2010 y hoy está 376 del ranking ATP. Nada garantiza que ser un gran tenista juvenil lleve a ser un gran profesional. Garín está en esa construcción.
Más atrás, Lama batalla por recuperar ranking, Sáez por convertirse en un jugador neto de challengers y Malla por explotar su potencial. Todos son aún muy jóvenes y la tendencia de posicionamiento en el primer nivel va en sentido contrario: la inmensa mayoría son jugadores hechos y derechos, con varias temporadas en el tour. ¿Conclusión? No desesperemos. Hay que darle tiempo al tiempo.