Entre cafés y pie de limón
Son las 09:22 del lunes y el bus de la selección chilena llega al Monasterio Celeste. Las vallas papales, poco comunes en la calle de tierra que lleva al complejo, se abren para dejar pasar a los seleccionados. Jorge Sampaoli los espera en el interior del centro deportivo de O'Higgins.
Las quejas, eso sí, comenzaron temprano. El escenario cambió totalmente para los lugareños. Lo que antes era un camino de libre tránsito, dejó de serlo por expreso pedido del DT. Pese a las precauciones, solo un puñado de fanáticos apreció la llegada de la Roja a Requínoa.
El frío, ya cerca de las 10 horas, es prácticamente inhumano. Al interior de los vehículos el termómetro marca dos grados bajo cero. La prensa sufre las consecuencias. El abrigo parece no alcanzar y el sol ni siquiera entibia.
La solución llega gracias a unas vecinas del Monasterio. Con la viveza del chileno, tres señoras ponen un improvisado negocio que incluso acoge a sus clientes: hay una estufa, sillas, y por 500 pesos se compra café, té, pan con queso o un pedazo de queque. El ‘pie de limón', que promete ser la especialidad de la casa, cuesta $1.000. El lugar es invadido por los profesionales que siguen a la Selección. Algunos incluso se repiten la dosis.
Poco más tarde, los curiosos comienzan a llegar. Hay ganas de ver entrenar a los seleccionados, pero Sampaoli no les da en el gusto. Lo más entretenido, entonces, es observar los móviles de los distintos canales de televisión. Los casi 40 fanáticos que llegaron a la salida del complejo se van con las manos vacías. O mejor dicho, con sus cámaras de fotos sin registro alguno en sus memorias.
Seis horas, tres tazas de café, un pedazo de queque y un pan con queso fue mi estricta dieta durante la extensa jornada.
Llega el momento: se abre la puerta del búnker. La espera tiene su recompensa. Fernando Meneses y Angelo Henríquez atienden a los medios y llega el momento de ver la práctica. Exactos 15 minutos para apreciar a los jugadores trotar. Se retira la prensa y el Monasterio vuelve a ser una fortaleza.
El primer día de entrenamiento de la Roja en Rancagua tuvo de todo. Hinchas decepcionados, queque, café y el frío contrastan con el fanatismo que, gritos incluidos, profesa a medio kilómetro de distancia el casildense.