Con carnet en mano
"Con mis impuestos le pagan a Carabineros para que cuiden a unos millonarios", dice, muy molesta, la señora Marcela, que llegó a Requínoa antes que la Roja y que el Monasterio Celeste. No es mucho tiempo, pero al final llegó antes.
A ella y a doña Cecilia les cortaron el paso habitual por un decreto del municipio, que es quien manda a Carabineros y que al final de cuentas no tienen la culpa, pero con alguien hay que desquitarse.
"Me han robado cinco veces", se lamenta la misma doña Cecilia, quien cuenta que la policía "demoró dos días" en acudir a su llamado la última vez. Seguramente exagera, pero como la señora Marcela, también llegó antes.
De lunes a domingo nadie les pregunta el nombre, ni menos les piden carnet para pasar de un lado a otro a comprar parafina. A ellas todos las conocen, menos Carabineros que les preguntan el nombre cada vez que pasan por el lugar. Un día, una semana o un año, pero desde antes.
"Más encima ni nos dejan pasar a verlos", susurra don Carlos. Él tiene 56 años y seguramente también está ahí desde antes.
El compadre Miguel se pasea en su caballo que también llegó antes pero que ahora no puede andar por la calle de tierra que lleva a la fortaleza celeste que por esta semana se tiñó de rojo.
A la tía Juanita, que no conoce a Eduardo Vargas y menos sabe que hay tres jugadores que serán desafectados, le da lo mismo lo que pase "siempre que no me molesten". Ella también llegó antes, mucho antes, pero prefiere no hacerse problemas. Ni con Carabineros ni con la Roja, que llegó después.