¿Jugar como el Barcelona?
Durante la antesalada del empate contra México, Gonzalo Jara charló con la prensa en los habituales encuentros con los medios de comunicación que han sostenido los seleccionados. En el diálogo, el defensor de la Roja deslizó un comentario que trasunta la evolución que vive hoy, en plena Copa América, la escuadra dirigida por Jorge Sampaoli: "Ahora somos menos verticales, porque tratamos de hacer lo que hace el Barcelona".
Antes también, en el prólogo del certamen continental, el propio Sampaoli había aclarado aún más el asunto. De decir que su idea de juego -ofensiva y directa, de presión avanzada constante y elevada ejecución de movimientos en su gran época en Universidad de Chile- pasó a argumentar que la Roja debía jugar de acuerdo a las situaciones que fueran surgiendo en el partido, poniendo énfasis en mantener en poder el balón. De un concepto que no se negociaba mutó hacia un juicio más práctico y funcional.
¿Por qué reflotar los comentarios de Jara y Sampaoli? Fácil, porque en forma clara expresan el estadio de desarrollo futbolístico que afronta hoy la Selección.
El empate contra México en el Nacional fue otra muestra del presente de la escuadra chilena. Aparentemente, la Roja inició el duelo con un sistema de juego 1-3-5-2, con Alexis Sánchez y Eduardo Vargas como tándem ofensivo. Sin embargo, los coqueteos que este último debió realizar con el puesto de volante lateral izquierdo generaron desconcierto.
El desdoblamiento defensivo de Vargas, unido al afán de Sánchez por bajar para interactuar más recurrentemente con el balón, provocaron por pasajes del partido que la línea ofensiva desapareciera. Es decir, el sistema de juego varió hacia un 1-3-7-0. Raro, considerando el discurso acerca del protagonismo y el espirítu ofensivo que intenta desarrollar las escuadra nacional.
Quizás la mayor concentración de hombres en la mitad de la cancha tenga que ver con la intención de jugar como el Barcelona que esbozó Jara. Tal vez la idea es contar con más piernas en aquel sector para asegurar la posesión del balón, con vastas secuencias de pases que culminen con asistencias a los delanteros o a los mediocampistas que, mediante explosivas rupturas, irrumpan en el área a objeto de definir las maniobras.
En todo caso, existe un aspecto en este fenómeno de transfiguración en el modelo de juego de la Roja que no cuaja correctamente. Si la idea es replicar, con matices por cierto, lo que hace el otro equipo de Claudio Bravo, por qué no partir primero reproduciendo el sistema de juego de los catalanes.
Los blaugranas no tienen medias tintas en este sentido: contra viento y marea operan con un 1-4-1-2-3. El cuarteto en la defensa es inamovible, con laterales que se proyectan permanentemente. La zona media se organiza con un volante de contención y dos creativos. Arriba, los dos punteros bien abiertos, que gozan de plena libertad para encarar en diagonal hacia el centro, ya son un clásico, junto al centrodelantero, quien no abandona el eje de la ofensiva.
En cuanto a la disposición de los jugadores en los distintos sectores del terreno de juego, lo anterior, es decir lo que realiza el Barcelona, no tiene que ver con la propuesta delineada por la Selección en los duelos de la Copa América.
Sin embargo, al respecto cabe consignar un detalle: el estilo o la manera de jugar de un equipo se encuentra por sobre el sistema y se ubica antes también que el proceso de asimilación del fútbol que se procura desplegar. Así es en el entendido de que el DT cuenta con vastas horas para sesiones de entrenamiento junto a sus dirigidos con el fin de inocularles su ideario, cosa que no ocurre con ninguna de las selecciones que disputan el torneo continental.
De este modo: ¿no habría sido más pausible partir implementando el sistema de juego del equipo a seguir en lugar de aventurarse en la faraónica tarea de replicar su fútbol a partir de otra disposición de los jugadores en el terreno? Sampaoli seguramente tiene las respuestas a la interrogante.