La nación de Alexis Sánchez
El ídolo de La Roja nació y creció en una de las ciudades más marginadas del norte del país, y aun así cada vez que puede vuelve. Ésta la historia del pueblo donde Alexis no es sólo genio y figura, sino algo mucho más importante.
-¿Alexis qué es lo que más extrañas cuando estas fuera?
-Mi casa.
Frente a los micrófonos, con la ropa de la selección chilena puesta, Alexis Sánchez, mira a la veintena de periodistas que lo interrogan y responde rápido la pregunta. Por un momento no parece lo que es: el noveno jugador más caro del mundo, la gran figura y uno de los líderes de La Roja. Su rostro vuelve por un instante a ser frágil, su voz tenue y juvenil, y su mirada, la de alguien que no quiere estar ahí, sino en otro lugar.
Cuando Alexis dice casa no piensa en su mansión en Londres, ni la lujosa en la que vivió durante tres años en Barcelona. Tampoco en Udine, Buenos Aires y Santiago. Cuando el futbolista de 26 años habla de hogar, piensa en una fachada simple, frontis plano, dos pisos, color mostaza, ubicada en la Calle Orella en Tocopilla, en la Región de Antofagasta, la cual dejó hace años, pero a la que siempre vuelve.
A Tocopilla le llaman 'tierra de la muerte' o 'rincón del diablo'. Queda a más de 1.500 kilómetros al norte de la capital Santiago, entre el desierto, el mar y la nada. Es una ciudad que se dedica a la minería, a la pesca y a la energía. Tiene 31 mil habitantes y cuando uno se sumerge en ella se aprecia una derrota contagiosa e inevitable en el ambiente.
Damir Galaz, historiador y académico experto en Tocopilla, la define así. "Acá hay muchos problemas de contaminación, alcoholismo, cesantía y deserción escolar. Que Alexis Sánchez triunfe le ha servido a la ciudad. Ahora aparecemos en el mapa por el terremoto del 2007, Alejandro Jodorowsky y Alexis”.
El ídolo de La Roja se crio aquí, en esa casa que antes no era de dos pisos ni full amueblada, sino una más del pasaje. Construcciones improvisadas, que parecen siempre estar al borde de que un soplo de viento las derrumbe. Ahí creció Alexis junto con su madre, Martina Sánchez, y sus tres hermanos Humberto, Tamara y Marjorie, en medio de una familia de recursos limitados.
En la ciudad en estos días todos aseguran haber compartido algún tiempo con él y todos tienen algo que decir. Las historias fluyen rápido. "El ex alcalde Aleksander Kurtovic fallecido en 2006 le regaló las primeras zapatillas cuando tenía seis años", dice Fernando San Román, actual edil de la comuna. "El sobrenombre era Dilla por ‘pesadilla’' y no por ‘ardilla’”, reclama Roberto Díaz, quien conoció al futbolista en su niñez.
En ese mismo barrio, sobre los cerros, también están a la vista las historias contadas por el propio jugador. La pequeña cancha Lazareto, donde dio sus primeros pasos, y el cementerio en el que ganaba un par de monedas haciendo piruetas con la pelota y limpiando autos. Las ruinas de la Escuela E-10, donde dijo por primera vez que sería "el mejor jugador del mundo", y la nueva sede del Club Arauco, donde comenzó a ser Alexis, la promesa, el jugador, el ídolo, el niño maravilla.
"Estuvo aquí hasta los 14 años. Era un niño tímido, de una familia humilde, pero preocupada. Luego se fue un tiempo a Rancagua, pero volvió porque extrañaba a su madre. Después se lo vendimos a Cobreloa por sólo 67 mil pesos de la época", cuenta hoy Frank Dee, quien es presidente del Arauco desde hace dos décadas.
El ídolo
Hoy ese origen de la historia, registrada en diarios, libros y noticiarios, la conocen de memoria todos en Tocopilla y se ha convertido en una ruta turística de cuatro cuadras, que incluye una calle con su nombre y en la que Municipalidad ha invertido 100 millones de pesos. "La idea es hacer un recorrido de su vida. Él es un ejemplo para nuestros niños de que se puede surgir desde aquí. Todos quieren ser como él y él nunca se ha olvidado de nosotros", afirma San Román.
Desde su irrupción hace una década en el fútbol profesional, Sánchez siempre ha aportado con recursos para la comuna. Para la reconstrucción del terremoto que dejó la mitad del pueblo en el suelo, el 14 de noviembre del 2007, colaboró con cerca de 200 millones de pesos, unos 300 mil euros. También lo hizo ahora, para mejorar la calidad de vida de una ciudad que actualmente tiene problemas de contaminación y una preocupante tasa de mortalidad infantil.
“Los techos de las casas están todos cubiertos por un material tóxico que producen las dos generadores eléctricas. Doblamos la tasa de muertes por cáncer y tenemos el índice de mortalidad más alto en menores de un año”, decía el historiador Galaz en la biografía Alexis, el camino de un crack.
El aporte del delantero no queda ahí. "Un día en julio del año pasado llegó y me preguntó qué nos hacía falta. Le envié un dossier con cosas y él me dijo: ‘Yo me hago cargo de las canchas’. Pero sin prensa, ni burocracia, porque los políticos se llevan en eso. En diciembre, las cinco canchas estaban listas y él vino a inaugurarlas", agrega hoy San Román.
A eso se suma una tradición de años. En las navidades -a excepción de la última donde no pudo por compromisos con Arsenal en Inglaterra- el jugador siempre llegó a Tocopilla para repartir balones de fútbol y regalos a los niños arriba de un camión por toda la ciudad vestido de Papa Noel.
En Tocopilla sólo unos pocos se atreven a criticarlo. Que con la plata que gana podría dar mucho más. Que ya ni siquiera sale a la ventana a saludar cuando está. Que es un fantasma, una voz inubicable. La mayoría eso sí lo defiende. "Cuando viene no lo dejan tranquilo. Le tocan el timbre todo el día. No puede salir, ni moverse. De todas formas siempre armamos un par de pichangas (partidos)”, dice Glen Vega, otro del círculo más cercano del delantero.
La gente en suma le valora algo que en Tocopilla parece ser una excepción: regresar después de irse. Sánchez nunca ha omitido las partes difíciles de su historia. Cada vez que puede se acuerda con cariño del lugar donde nació. Sonríe al pensar en esas canchas, mezcla de carbón y polvo de las termoeléctricas, donde surgió y vio como otros se perdían. Y se siguen perdiendo.
“Cuando la gente puede salir de Tocopilla, en general no vuelve. Alexis, en cambio, regresa cada vez que puede. Es el niño que salió de las canchas de polvo y llegó a lo más alto. Yo era profesor de un colegio y todos querían ser como él, todos futbolistas”, agrega.
En estos días, en medio de una huelga de profesores que buscan mejores condiciones laborales, se aprecia en las calles del centro a muchos niños vestidos con la indumentaria del ídolo del Arsenal. Su camiseta del Barcelona, de la selección chilena aparece estampada en la espalda de niños, jóvenes y adultos. No hay sólo admiración en ese gesto, sino también un rasgo de carácter y pertenencia.
Después de la Copa América lo estarán esperando en el norte. Ya se corrió el rumor que el hijo ilustre pasará unos días de vacaciones en Tocopilla. Volver por una semana para ser el amigo, el sobrino, el hermano, el hijo, el ‘Dilla’. Estar después un año en su pieza intacta en la casa de calle Orella. Mirar por la ventana y ver afuera el cielo vacío, el desierto, los cerros, el mar, y sentir, después de todo, que este es su lugar.