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Messi juega de “8” en Argentina

No hubo novedades en la recta final de la Copa América. Argentina se clasificó a la final del torneo, luego de una feroz goleada por 6-1 a Paraguay, en Concepción.

El cuadro albiceleste mantuvo el nivel de juego que había mostrado ante Colombia, en el duelo de semifinales en Viña del Mar, que se resolvió en una estrecha definición por penales. Sin embargo, esta vez convirtió la mayoría de las situaciones de gol generadas. Un escenario radicalmente distinto a lo sucedido en el Estadio Sausalito.

De los potenciales rivales que podía enfrentar en la final del certamen, claramente Chile deberá medirse con el que reviste mayor complejidad. Basta observar dos aspectos de su actual estatus para darse cuenta de la magnitud del desafío.

En la última competencia oficial que disputó, Argentina obtuvo el subcampeonato. Fue en la Copa del Mundo Brasil 2014. Actualmente, según el ránking FIFA, es la tercera mejor selección del planeta, tras Alemania y Bélgica.

¿Cómo juega la Argentina de Lionel Messi? ¿Qué aspectos de su fútbol la vuelven, por momentos, una fuerza incontrarrestable para el rival de turno, como aconteció contra Colombia y Paraguay?

El cuadro albiceleste utiliza dos concepciones de juego ofensivas: ataque construido y contraataque. Entre ambas, prevalece la primera.

Antes que las salidas explosivas, donde buscan pillar mal organizado defensivamente al oponente para marcar como en el tercer gol ante Paraguay, en Argentina prevalece la posesión del balón. Buena y rápida circulación, apertura de la cancha mediante la proyección de los laterales y aceleración en los últimos 20 metros de la cancha para desequilibrar a la defensa rival.

Cuando custodian su portería, los pupilos de Gerardo Martino intentan presionar rápidamente para recuperar el balón pronto en el campo contrario. Sin embargo, esta concepción de juego (el pressing) es acotada en el tiempo y, de no obtener éxito, deriva en un reagrupamiento defensivo a partir del círculo central. En ese sector de la cancha trazan una zona de recuperación de la pelota y actúan con un bloque compacto para frenar la ofensiva del rival.

En esta labor, el volante de contención Javier Mascherano conduce las acciones, secundado muy bien por Lucas Biglia, quien le quitó el puesto a Éver Banega, pues juega tan bien como éste, pero posee mayores atributos defensivos.

La faena de ambos mediocampistas es respaldada por la última línea. Sus integrantes no temen y suben varios metros en la cancha para marcar a los delanteros rivales, con el fin de impedir la recepción libre de éstos. Sin duda, esto apuntala la presión en el sector medio.

En el papel, Argentina utiliza un sistema de juego 1-4-3-3. Pero es solo su disposición inicial en el terreno, pues conforme transcurren los minutos la estructura muta. Sobre todo en la línea ofensiva (Messi, Sergio Agüero y Ángel di María), ya que únicamente el centrodelantero permanece fijo en el eje del ataque.

Di María y Messi desciende y/o se internan en la cancha para interactuar con Pastore en busca de generar fútbol. Sabiendo que con el apoyo y cercanía de los punteros hay exceso de volantes, el jugador del PSG realiza repetidas rupturas, picando a la espalda de los rivales, para finalizar las situaciones de gol de creadas.

Así, por ejemplo, Pastore marcó el segundo tanto de su equipo frente a Paraguay y gatilló también la cuarta anotación, que fue obra de Di María.

En esta dinámica de construcción y ataque, Messi amerita una mención aparte del resto. El hombre del Barcelona parte como puntero derecho, pero durante la Copa ha jugado muy poco en esa posición. En rigor, Leo ha sido más un “8” que un delantero. Siempre se ubica en el sector diestro del mediocampo. Desde ahí, guía la construcción de Argentina.

Esto explica también por qué no se ha podido apreciar la temible diagonal del zurdo, encarando hacia el centro para finiquitar con su pierna dominante. En la versión 2015 de la albiceleste, la labor de Messi está vinculada con el juego interior de su equipo. Así se transforma en un arma muy peligrosa por su enorme talento para asistir y los cambios de ritmo con el balón en sus pies que pueden desajustar a la defensa más compacta.

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(*) Pablo Ortega es periodista, ex jugador de fútbol y entrenador profesional.