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Una linda excusa para ser felices

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En Chile le llaman la generación dorada. A algunos no les gusta el nombre, porque inevitablemente obliga a las comparaciones. Los mayores de 60 lo consideran una falta de respeto a quienes fueron terceros del mundo en 1962.

Pero esta generación, que fue tercera mundial Sub 20 en Canadá 2007, que clasificó a dos Copas del Mundo adultas consecutivas por primera vez en la historia y que obtuvo la Copa América, no sólo ha sido la proveedora de las alegrías deportivas del país. Es la catalizadora de las frustraciones de un pueblo indignado con una clase política y una iglesia desprestigiadas, que patea la perra porque la salud y la educación son un lujo más que un derecho. En resumen, porque el chancho está mal pelado.

La generación dorada le ha traído alegría al pueblo, en tiempos en que es recontra difícil ser feliz. Esta Copa América regaló tres semanas de fiesta, de sueños, alegrías y esperanza. Alexis, Vidal, Bravo y compañía llegaron a la final siendo protagonistas, proponiendo, tomando la iniciativa y atacando todo el tiempo, sin importar quién estuviera al frente. Y así le ganaron a Argentina, el archirrival, el número uno del ranking FIFA y que traía al mejor jugador del mundo como capitán. Ese equipo que, además, venía precedido por una historia que para Chile es contundente, lapidaria.

La felicidad es enorme. Puede sonar feo, poco amable, pero es la pura y santa verdad: en Chile no existe nada más lindo que ganarle a los argentinos.

La generación dorada ayudó a torcer la historia de los triunfos morales, esa que comenzó a perder peso hace 24 años, cuando Colo Colo ganó la Copa Libertadores y que siguió con el número uno del mundo de Marcelo Ríos y las medallas de oro olímpicas de Nicolás Massú y Fernando González.

La generación dorada logró el primer título continental de una selección chilena en cualquier categoría después de 99 años de competencia.

Pero más importante que todo eso, la generación dorada le dio a todos los chilenos una linda excusa para ser felices.