Adiós Cóndor de Huelquén
¡Qué lástima que no haya un estadio para motos! Debería llamarse Carlo de Gavardo.
Carlo de Gavardo tenía una cualidad: lograba que los periodistas que lo entrevistaban por primera vez sintieran que eran amigos suyos de toda la vida.
Tipo afable, querible, acogedor, encantador. Espontáneo a más no poder, bueno de adentro. Tanto que era capaz de abandonar una carrera cuando tenía un puesto seguro en el podio para arriesgar su vida por salvar la de un colega accidentado. Pregúntenle a Shagdarsuren Erdenebileg.
Fue el primer chileno en correr el París-Dakar, el de verdad, el que se disputaba por el norte de África, ese donde un piloto podía perder la vida por un accidente o por perderse y terminar olvidado en el medio de la nada.
De Gavardo, a quien el periodista Pablo Vargas-Zec le inventó el apodo de Cóndor de Huelquén, era corajudo. Tuvo accidentes graves, fracturas y operaciones por doquier, pero seguía en lo suyo. Esos huesos quebrados alimentaron a la nutrida generación tuerca actual. Y que sin de Gavardo seguramente no habría existido.
Pero más allá de haber sido tercero en el Mundial Enduro, tras veces campeón del mundo en motos y tercero en un Dakar 2005, hay otros premios que ningún otro chileno jamás tuvo y que nos enorgullecen a todos: los dos premios al Fair Play, del Comité Olímpico Mundial y la Federación Internacional de Motociclismo.
¡Qué lástima que no haya un estadio para motos! Debería llamarse Carlo de Gavardo.
Adiós Cóndor de Huelquen. Chile perdió a un gran motociclista, pero a un mejor ser humano. El país te quiere y jamás te olvidará.