¡Roger No Te Mueras Nunca!
La sonrisa amable de Roger Federer tras recibir la bandeja de plata como subcampeón de Wimbledon de seguro escondió una frustración que solo él con su caballerosidad a toda prueba fue capar de disimular. Es que después de tres años sin ganar un Grand Slam probablemente asumía que estaba en inmejorables condiciones de levantar ese esquivo decimoctavo major.
El triunfo del suizo en sets corridos ante Andy Murray en semifinales hizo pensar que este año podía romper el record que lo une a Pete Sampras con siete títulos en la Catedral. Federer despachó al campeón olímpico jugando al límite, forzando su saque, jugando muchos reveses de bote pronto y atacando permanentemente con el drive para quedar en posición de dominio. Fue una victoria de colección. Pero en el tenis, sabemos, todos los partidos son distintos y para ganar la copa había que vencer a Novak Djokovic.
A diferencia de la final de 2014 que se resolvió a favor del serbio por 6-4 en el quinto set, esta vez la resistencia real llegó hasta el primer quiebre del tercer capítulo. Ahí Nole se escapó, quedó en ventaja en la cuenta y no hubo forma de que Federer lo diera vuelta. Las opciones del suizo estuvieron antes: en el quiebre del primer set que no confirmó y las opciones de romper que tuvo en el segundo game del tercer capítulo.
Un amigo, me preguntó hoy por whatsapp apenas terminó la final en Londres si la época de gloria de Federer había terminado. Le contesté que no, que esta final en Wimbledon engrandecía su leyenda. Hoy tiene 17 títulos de Grand Slam y otras 9 finales. La de este domingo, es una más en el palmarés de uno de los deportistas más grandes de todos los tiempos.
Con todo, los números no mienten y pese a su enorme carrera es cierto que Federer ha ganado apenas un grande en los últimos cinco años. El suizo está a menos de un mes de cumplir 34 años y cada vez se le hará más difícil optar al título de uno de estos campeonatos. Eso es innegable. Solo un dato: desde 2004 nunca había sido eliminado antes de cuartos de final de un Gran Slam. Esta temporada, en el abierto de Australia, le ocurrió por primera vez en 11 años.
A su favor, Federer tiene varios aspectos que pueden alargar aún más su carrera en un nivel competitivo, de elite. Dos de ellos centrales. Por un lado, es un atleta, un deportista que se ha lesionado muy poco y siempre cuidó su físico jugando lo justo y necesario (dosificando torneos chicos, copas Davis y exhibiciones). Y por otro, tiene una forma de jugar que contribuye a preservar su físico. Al disponer de un gran saque, una derecha ganadora y un gran juego de red, puede jugar puntos más cortos. Y desgastarse menos. En esa faceta ha sido muy importante el trabajo con Stefan Edberg, un maestro del saque y volea, con quien comparte 10 semanas al año desde 2014.
Fue triste ver a Federer hoy perder en Wimbledon. Y que dirigiendo a su verdugo estuviera Boris Becker, el gran ídolo del suizo en su infancia. Becker celebró hace pocos días el trigésimo aniversario de su primer título en el All England Tennis Club de Londres cuando sorprendió al mundo con sólo 17 años.
La primera semana de septiembre, Roger tendrá una nueva oportunidad para ir por su decimoctavo major. Sus escollos serán los de siempre. Un Djokovic en un enorme estado de forma, más Murray y Wawrinka. ¿Rafa Nadal? Está teniendo su peor temporada en los últimos 10 años. Al menos para Federer, ser número dos del mundo, le asegurará no encontrarse con Nole hasta la final. Ojalá, por los millones que admiramos su estilo y calidad, tenga una nueva oportunidad de agrandar su leyenda.