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Escribo esta columna cada vez que un gran evento, Copa del Mundo o Copa América, culmina dejando un reguero de triunfadores, heridos, papeles, pífanos, cornetas, ruidos, bandera y hojarasca. Una vez que, despertados del sueño o la pesadilla, hay que volver a la rutina de nuestro fútbol arrinconado. En esta ocasión, luego de ganar por primera vez la Copa América, ese despertar debía ser, necesariamente, más dulce, o más brioso, o con una sensación más cómoda, como si algo muy profundo hubiera cambiado. Pero la verdad es que el fútbol local, Copa Chile o Torneo Oficial, tiene su propia dinámica, su esfera particular que difícilmente pudiera ser permeada por un hecho externo, aunque ese hecho sea fundacional, único y regio. De alguna forma, como una inercia, lo que no es malo, mantiene su propia identidad y manera.

Y es curioso, el sábado en el Monumental se vio a Jean Beausejour muy cómodo desbordando por la izquierda y hasta llegando al gol. Como si el retorno a lo nuestro, con la corona fresca sobre las sienes, fuera un hecho anhelado. El soldado que vuelve a casa con sus medallas y se interna en el campo para trabajar la tierra. Estaba feliz.

El domingo estuve en La Florida bajo la lluvia. Con esa hostil cancha sintética y dos mil hinchas siguiendo a la Católica de Salas, y sus promesas de vértigo, frente al interesante Audax de Pellicer, ya sin la presión del descenso y dueño, al fin, de su destino.

No sé si el partido fue muy bueno, o apenas bueno, o hasta discreto. Pero lo disfruté en el pequeño análisis del día a día. Ese Vallejos que le dio un baile a Juan Carlos Espinoza; en los bríos y los porrazos de Mark González que le costaron el cambio; en el oportunismo de Pol que no falla; en un arquero debutante, Muñoz, que se llevó todos los abrazos al final; en el orden defensivo de Labrín; el error en el cambio de Llanos por Costa, que dejó el mediocampo cruzado sin marca; el golazo de Mora… En fin, fútbol sin pretensiones, con altos y bajos, sin dramas ni grandilocuencias. Lo nuestro.

¿Y lo de Viña del Mar? También es lo nuestro, pero es inexplicable que nunca se haya hecho un trabajo de inteligencia identificando a los instigadores. De seguro, una fija, que varios de los involucrados son habituales en Sausalito, van a los entrenamientos, los jugadores y dirigentes los conocen, y, claro, entran gratis a los partidos. No es difícil saber quienes son.