La irregular historia de los europeos que jugaron en Chile
El fútbol nacional ha recibido durante décadas a algunos jugadores del Viejo Continente, con distinta suerte. Acá repasamos sus olvidadas historias.
El ruso Maxim Molokoedov tenía 24 años, cuando una serie de errores y malas decisiones lo ubicó en Chile: fue arrestado en 2012 en el Aeropuerto de Santiago con seis kilos de cocaína y encarcelado en la Penitenciaria. Frank Lobos, ex jugador, lo descubrió ahí meses más tarde y lo llevó a Santiago Morning.
Su nombre y singular historia de reinserción, es hasta hoy recordada. El volante brilló durante la temporada 2012-2013 en el equipo de Primera B, y mantiene vigente el registro de ser el último jugador europeo que anotó un gol en Chile. Hace dos años desapareció sin aviso de regreso a San Petersburgo.
Junto a él, otros como el francés Florian Volpe (Magallanes) y el portero español Juan Carlos Fernández (Cobreloa) también vinieron a probar suerte, pero no la encontraron. El mismo resultado tuvieron en los 90 los hermanos, Fernando y Paco Sanz, quienes llegaron a Unión Española a préstamo desde la cantera del Real Madrid y se volvieron rápido, sin brillo y en silencio.
Tampoco pudieron brillar el portugues Adriano Custodio Mendes que al menos anotó en Santiago Wanderers en 1991 y el serbio Milenko Popovic que ni siquiera es recordado como una anécdota en Deportes Iquique. Todos casos que reafirmaron una tendencia: algo siempre falla en los que llegan a Sudamérica desde el Viejo Continente.
Un resultado más alentador tuvo la iniciativa de Nelson Oyazun a finales de la década del setenta. El adiestrador quiso revolucionar con un nuevo biotipo al equipo de Deportes Concepción y promovió el arribo de tres jugadores alemanes en 1977.
La apuesta resultaría a medias. Ralf Berger casi ni jugó, Hans Werner Lamour no pasó de un jugador discreto, mientras Hans Joachim Schellberg si respondería a las expectativas siendo contratado incluso al año siguiente por Universidad de Chile. Es el único que se mantiene hasta hoy en el recuerdo.
La otra mitad del siglo
En la primera mitad del Siglo XX la historia se repitió más seguida teniendo a España siempre como lugar de origen. Entre 1951 y 1952, Paseiro José Fernández, con pasos por Deportivo La Coruña y Espanyol, se convirtió en flamente refuerzo de Universidad de Chile.
Lo mismo hizo en los 40 el delantero Luis Larraza, que deambuló por Santiago Morning, Universidad Católica y Santiago National. En la década del 30 el arquero Isidoro Monserrat también había estampado su nombre en la historia del fútbol chileno con un récord: fue el primer portero goleador anotando dos goles.
Ahora es nuevamente otro hispano el que desempolva los recuerdos. Carlos Martínez Aibar es el nuevo refuerzo de Coquimbo Unido, y es ahora, también el último exponente de un singular camino que sólo ocurre una vez, de vez en cuando. Un atrevido que cruza el charco.