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Guarello

¿Cómo repartimos?

¿Cómo repartimos?

En el mismo instante en que se discute la futura repartición de excedentes del CDF y también una hipotética compra del 20% perteneciente a Jorge Claro por la ANFP, un partido de Copa Chile, Barnechea con Magallanes en Quillota, congregaba 15 personas en las tribunas, de las cuales, ninguna pagó su boleto. Bonita paradoja, mientras en Quilín se desgañitan hablando de cientos de millones de dólares, controlando que la excitación no los obligue a usar babero, su pésima organización de campeonatos y absurda programación no es capaz de convencer ni a una persona, una sola, de pagar un boleto para ver el espectáculo.

El CDF es una bonita falacia. Se habla de la compra de un canal, cuando en realidad lo que se compran son los derechos de televisión. Sabido es que el Canal de Fútbol es apenas una plataforma de transmisiones, que no posee un activo físico real (ni cámaras, ni estudios, ni móviles) y que vive de la subcontratación, el monopolio y los costos de operación miserables. Pero más grave que esto, ha sido el culpable de la desaparición de los equipos chicos del ideario colectivo, transformándolos en instituciones sin arraigo social ni identidad. Al final, se trata de parar once camisetas, hacerlos jugar para la televisión y cobrar el cheque. Nada muy distinto de un reality o Rojo Fama contra Fama. El hecho de que la Universidad de Concepción juegue en Yumbel, y le importe lo mismo llevar 500 personas cada duelo, y Barnechea cometa el absurdo de ir a Quillota para ser local, son indicadores claros de cuáles son la prioridades: no importa que en las tribunas no esté ni la familia, lo que vale es que las cámaras transmitan.

Menudo problema tienen la mayoría de los equipos profesionales. No salen en televisión abierta aunque tengan el goleador del campeonato (la caducidad de derechos les entrega 10 segundos por semana), cobran migajas de la torta del CDF y ni siquiera pueden hacer caja cuando enfrentan a los grandes, esto debido a que los delincuentes de las barras bravas obligan a bajar hasta en un 50% el aforo de los estadios y deben gastar millones en seguridad.

Al final el CDF se ha transformado en una enfermedad. Genera dinero pero destruye el fútbol, aleja a los espectadores del estadio y ha llenado de especuladores y aventureros a viejas y respetables instituciones (Así se explican los señores Felipe Muñoz de Copiapó y Jorge Sánchez de Antofagasta, cuyo único mérito es haberse apropiado de los clubes a través del factoring donde son socios).

Si la ANFP vendiera los derechos de transmisión en el mercado, generaría la misma cantidad de dinero, y tal vez más, que en el sobrevalorado CDF. Así de simple. Sin tanta cueca ni especulación. Lo mejor de todo, es que nos ahorraríamos las columnas de Jorge Claro Mimica pontificando sobre la reforma tributaria desde la plataforma del súper emprendedor exitoso, cuando la verdad está parado sobre el monopolio, la subcontratación y las condiciones laborales miserables.