ADN RadioConcierto Radio
NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Me pongo en el pellejo

Recuerdo que cuando el Real Madrid de Benito Floro, ese equipo sin alma, tuvo una racha negativa y arrastró con ella a Iván Zamorano, acá, en el país de los ofendidos, se tejió una linda y fantasiosa historia que explicaba la sequía goleadora de Bam Bam: Robert Prosinecki no le daba pases, le tenía mala y al muerto de Peter Dubovsky lo llenaba de pelotas de gol. Tal vez la inquina se había generado en el Mundial Juvenil de 1987, cuando Yugoslavia fue campeón mundial en Chile. Por ahí el croata había visto por la tele a Zamorano metiendo goles por Cobresal y se dijo a sus adentros: “A ese chascón agrandado, que se cree helicóptero, pero que no tiene zurda, si algún día lo tengo de compañero, lo voy a matar de hambre”.

Un colega en La Nación, guardo el nombre, aseguraba haber visto un cable de EFE donde Prosinecki declaraba que Bam Bam le caía mal no sólo a él, sino que a todos los cabrones del equipo (Michel, Butragueño, Martín Vásquez), por lo tanto no le daban pases gol para que “No se hiciera millonario a costa nuestra”. El texto, efectivamente, salió publicado en Triunfo. Pero el 28 de diciembre de 1993 en una página plagada de noticias falsas en el Día de los Inocentes.

La verdad era otra. Prosinecki no le daba pases gol a Zamorano, ni a Dubovsky, ni a nadie. Nunca se pudo recuperar de una terrible fractura sufrida un par de años antes, por lo que su rendimiento se fue en picada. Conservó trazos de su genialidad, pero estaba lejos del nivel que requería el ‘10’ del Real Madrid y en la temporada siguiente fue reemplazado por Michael Laudrup.

Pero nosotros éramos tan defendidos que veíamos conspiraciones antichilenas en todos lados. Desde antes del episodio y, por supuesto, hasta el día de hoy. Sven-Göran Eriksson contra Marcelo Salas, Juan Román Riquelme contra Matías Fernández, Lio Messi contra Alexis Sánchez y, la más reciente, Luis Enrique contra Claudio Bravo.

Ya inventamos que no lo dejó jugar la última fecha de la Liga pasada contra La Coruña, para que “un chileno no batiera el récord de invencibilidad”. Otro colega, no el mismo de Prosinecki gracias a Dios, escribió en su Twitter “Luis Enrique hijo de puta”. ¿Qué tal? En rigor Bravo no podía lograr récord alguno, a lo más, podía tener a la segunda mejor marca. Y como si esto fuera poco, Barcelona recibió dos goles en ese duelo que jugó con varios suplentes, pues ya había asegurado el título.

Ahora bastaron dos partidos para que la maquinaria del delirio persecutorio nacional se echara a rodar a toda velocidad. Curioso, el viernes Luis Enrique puso a un cuadro lleno de suplentes y con ellos Ter Stegen. Y nos volvimos locos. Cuando la señal era al revés: Stegen= suplentes. Lógica pura. Y el lunes alineó a los titulares, entre ellos, Claudio Bravo. Otra vez lógica básica: Bravo= titulares.

Ahora, poniéndome en el pellejo de Luis Enrique, y soportando en cada conferencia de prensa a un reportero chileno hinchando las gónadas, como si no hubiera ningún otro tema en un equipo como Barcelona, entiendo que el entrenador tenga ganas de mandar a nuestro gran capitán al banco. Sólo para que, de una puñetera vez, no le pregunten más por la titularidad de Bravo.