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Cuando le preguntaron a Jorge Luis Sampaoli si había expulsado a Arturo Vidal de la convocatoria para el amistoso contra Paraguay por haber llegado en estado de ebriedad, respondió: "No me pareció que estuviera así".

Hay matices. No niega que haya estado pasado de copas, sólo que no lo advirtió. Lo cual no significa que no lo estuviera.

Cuando le preguntaron si descartaba categóricamente que Vidal no hubiese estado bueno y sano, no lo hizo. "Yo hablo de lo que pasa dentro de Pinto Durán. Él me dijo que no estaba bien y de inmediato pensé en un reemplazante. Tampoco le podría decir si comió con sus amigos en la noche anterior. Lo que pasa fuera no lo sé".

Un no categórico y rotundo sería el mejor camino para solucionar los problemas, si es que nunca los hubo. Si no existe un no, quiere decir algo. Y las vueltas y recursos retóricos del entrenador, para tratar de salir jugando en una situación embarazosa, no hacen más que alimentar esos rumores que tanto molestan en la Roja y que existen porque, al parecer, tienen una alta cuota de verdad.

La situación es compleja. Jorge Sampaoli le perdonó la vida a Arturo Vidal cuando chocó bajo la influencia del alcohol en plena Copa América. El asunto quedó casi en el olvido porque Chile levantó el título y el fin justificó los medios. Hoy, el seleccionador quedó preso de ese polémico gesto.

Ese tipo de decisiones trae consecuencias. Como que ex seleccionadores sin éxito deportivo en la Roja, pero que sí aplicaron castigos, hoy lo critiquen. Como tener que dar una conferencia de prensa en donde tenga la difícil tarea de explicar lo inexplicable.

Usando una palabra de moda: resulta penoso.