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¿A la orden Comandante?

Actualizado a

El fútbol es veleidoso, cambiante, una caja de sorpresas. Una semana puedes estar arriba y tu equipo ser animador del torneo y candidato a todo y quince días después estar en crisis. La impaciencia del hincha, la crítica de los especialistas y, sobre todo, los errores propios son el peor coctel para la tranquilidad de un plantel con aspiraciones como Universidad Católica.

Como los problemas generalmente vienen en serie, este fin de semana, la UC sumó uno extrafutbolístico. El conato que Michael Ríos y José Luis Muñoz habrían tenido de madrugada en las afueras del Hotel W con un hincha cruzado que les reprochó los últimos malos resultados. En principio seis jugadores salieron al baile pero la información consolidada habla solo de los recién citados. Dice el relato que un grupo de jugadores hicieron una junta en el departamento de Christian Bravo y luego Ríos y Muñoz habrían rematado en la Plaza Perú. El tercer tiempo donde todos alguna vez hemos estado.

Si Mark González hubiese anotado el 3-0 ante Libertad y Católica ganaba con holgura el partido de ida por la Copa Sudamericana este episodio no habría existido. Capaz que ese hincha inconformista, odioso, pasado de rosca le hubiera pedido un autógrafo a Ríos y Muñoz no importando la hora ni el lugar donde estaban. El fútbol tiene momentos, detalles que pueden marcar una campaña.

Esa pelota de Chico Mark no entró y el equipo paraguayo dio vuelta el partido. Los cruzados perdieron con Libertad, luego con Unión Española en Santa Laura y, posteriormente, con Cobreloa en Calama. Tres derrotas dolorosas y comprometedoras en tres torneos distintos. El fútbol así, el resultado lo condiciona todo. El juego ofensivo, el presunto equilibrio en las líneas que había logrado imprimir Mario Salas quedó relativizado de un plumazo. En solo pocos días la UC pasó de ser el gran retador de Colo Colo en el torneo nacional a quedar al borde de la eliminación en las copas Chile y Sudamericana y enredar puntos muy valiosos en la carrera por el título.

Por eso, el carrete de Ríos y Muñoz no pudo ser en un momento más inapropiado. Hoy el técnico debería estar preocupado de hallar la clave del bajón futbolístico y no pendiente de desactivar este acto de indisciplina que desde la noche del sábado entró en una etapa de investigación interna en el club. Los jugadores fueron desafectados de la concentración del partido con Unión La Calera y si Salas adoptó esta medida es porque hay antecedentes suficientes para marginarlos.

Aunque según referencias confiables todos los protagonistas de la reunión en el departamento de Bravo llegaron a entrenar en buenas condiciones al día siguiente, la decisión de exponerse de noche y en un lugar público es una chambonada por donde se le mire. Si un equipo viene de tres derrotas consecutivas era altamente probable que uno o más hinchas le enrostraran la mala campaña. Ha pasado mil veces. Le ocurrió a un crack como Higuaín por perderse el penal en la definición ante Chile en la Copa América, cómo no le va a suceder a dos jugadores chilenos de club.

En momentos difíciles, lo que más necesita el técnico es tranquilidad. Y los jugadores que actúan adecuadamente y no andan de madrugada por ahí que sus compañeros sean solidarios. Porque el hincha es jodido, pasional, muchas veces no racionaliza y si las cosas siguen mal en la cancha, no quepa duda que la tribuna le va a cuestionar a Salas que no sabe manejar al plantel y a los jugadores que pierden porque andan de copas. Al final, todo se distorsiona y se expande como una bomba racimo.

Soy de los que creen que los jugadores pueden tener su espacio para disfrutar, tomarse unas cervezas y compartir con amigos. Pero deben hacerlo en privado. Si van a salir tarde a lugares públicos, primero, deben hacerlo cuando el equipo esté ganando y, segundo, tienen que aprender a contar hasta diez si un hincha jugoso les saca en cara los malos resultados. De lo contrario, como en este caso, un hecho puntual, desafortunado puede convertirse en una enorme bola de nieve.