Un buen amigo, matemático del Imperial College de Londres, me señaló que, de seguro, ver in situ a un saltador de alto superar los 2.40 metros o a un martillista llegar a los 80 metros, era una experiencia única. Él, buen seguidor de los Juegos Olímpicos por televisión, entendía que las verdaderas dimensiones del espectáculo estaban sin intermediarios, en la tribuna. Le conté de mi experiencia en los Panamericanos de Guadalajara 2011, el lanzador de jabalina cubano Guillermo Martínez corrió por el foso en su primer intento y mandó el implemento a 87.20 metros. Récord cubano, récord de los Panamericanos, récord de Centroamérica y el Caribe. Después de la hazaña, Martínez se calzó el buzo y se fue. Chas. Inolvidable para los que estuvimos presentes.
¿A qué viene todo esto? A las alarmantes cifras de asistencia de público en los estadios chilenos. El asunto va en caída libre. Según El Mercurio, en la edición del domingo 6 de este mes, este Apertura 2015 tiene casi 800 espectadores menos de promedio por partido que el campeonato anterior. La cifra es relevante cuando la media no llega ni a las 5.000 personas en cada duelo. Las razones son muchas y usted, de seguro, conoce varias: barras bravas, precios de las entradas altísimos, programación absurda, prioridad total para la transmisión de TV, competencia con ligas europeas que se emiten en el cable.
Esto, que es sabido y repetido hasta el cansancio, no parece tener repercusión en la ANFP. Directamente parece que no les importa que se juegue con las gradas vacías. Se da el caso de la Universidad de Concepción que feliz hace de local en Yumbel, donde nadie se da por enterado, y sus asistencias trepan, con suerte, a las 500 personas. Frente a Cobresal llevó 250 espectadores. Y estamos hablando del sublíder el campeonato.
Es realmente insólita la manera en que se maneja el fútbol chileno. Ahora que los dirigentes reciben un sueldo, con toda la controversia legal aparejada, parece que cada vez menos les interesa desarrollar la actividad. Lo único que se habla, como dije en una columna anterior, es de repartir la plata del CDF y sacarle hasta el último peso al “producto selección”. No hay nadie estudiando el fenómeno de la baja alarmante de público y luego buscar soluciones. Miren lo que pasó con la suspensión del 12 de septiembre: a Palestino lo tiran a jugar el lunes a las 15:30 horas contra Santiago Wanderers. Los pocos hinchas que tiene Palestino, y los porteños que pensaban ir, se joden bien jodidos. La gente, por si no lo saben en la ANFP, trabaja en ese horario. Pero, qué importa, lo único que vale es que el CDF pueda transmitir. Si a La Cisterna van los puros guardias (como pasó en el duelo de Copa Chile entre Barnechea y Santiago Morning), da lo mismo.
¿En serio les gusta el fútbol a nuestros dirigentes? Me parece que sólo les gusta la plata, salvo honrosas excepciones. Sin público no hay actividad que resista y la única forma de entenderlo es estar ahí, presente, con las dimensiones completas y los parámetros a mano. Basta de fomentar a los hinchas de sofá, hagan su trabajo, ayuden a quienes son los verdaderos hinchas. Para algo se “autopagan” un sueldo, el fútbol es mucho más que un negocio particular de unos cuantos oportunistas.