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Cuando a fines de 2013 Nicolás Massú decidió hacerse cargo del equipo chileno de Copa Davis supo de inmediato que, en una primera etapa, debía cifrarse menos expectativas que en su etapa de jugador. Asumía un conjunto renovado, inexperto, de transición, con potencial, pero sin recorrido en las grandes ligas. Asumió el desafío porque le encanta representar a Chile y en lo más íntimo aspira a dirigir en el mediano plazo a un tenista internacional de primer nivel. Ser capitán de la Davis es una gran escuela.

El doble campeón olímpico aprovechó en la pasada el entusiasmo de Marcelo Ríos y armó una dupla técnica de lujo. El Chino que por años miró con desdén el tenis local se reencantó con un deporte donde hubo pocos como él. Su aporte ha sido invaluable. Hoy en el equipo todos hablan del liderazgo y conocimiento de Massú y los consejos de crack que entrega el ex número uno del mundo. Juntos han contribuido enormemente al crecimiento de este grupo de jóvenes.

Massú tomó el equipo en la serie ante Barbados. Perdió. Fue una derrota dolorosa porque Chile cayó ante una nación sin tradición tenística, con jugadores de bajo ranking y en un entorno que asemejaba más una exhibición en un resort que una serie formal de Copa Davis. No le importó. Hizo la perdida. Y comenzó a construir. Este fin de semana ante Venezuela encadenó su cuarta victoria en serie con 18 partidos ganados en línea y logró el ascenso al Grupo I Americano.

Chile respondió a su enorme favoritismo y apabulló al cuadro llanero. Era el mejor equipo del Grupo II y cumplió dominando la serie con holgura. El team que dirige Massú tiene en Hans Podlipnik (162), Nicolás Jarry (237), Juan Carlos Sáez (241), Christian Garin (305) y Gonzalo Lama (375) cinco jugadores de nivel de challenger muy parejos entre sí. Más allá de que hoy Podlipnik sea el primero y Lama el quinto cualquiera puede ser titular, algo que en la época de Massú y González no ocurría. Es un grato problema para cualquier capitán. El desafío ahora radica en que uno o más pueda pegar otro salto en su carrera.

La temporada del quinteto criollo ha tenido luces y sombras. El más regular ha sido Podlipnik quien dejó atrás su reinado en los futuros para convertirse en un jugador neto de challengers. En paralelo, se consolidó como un gran doblista de la categoría trepando al top cien del ranking mundial de la especialidad. Si algún día declina o tiene una mala temporada en singles, de seguro seguirá siendo una gran carta de dobles para el equipo.

Sacando a Podlipnik, que a los 27 años es el más veterano del grupo, el resto tiene un promedio de apenas 21 años. Garín, Jarry, Sáez y Lama están en pleno proceso de desarrollo y, si no sucede nada extraño, sus carreras seguirán en ascenso. Sáez con 23 años fue el último en integrarse a esta mini elite del tenis chileno donde también pide cancha Bastián Malla.

En la próxima temporada, Chile integrará el Grupo I Americano con Ecuador, Barbados o Uruguay –uno de los 3 descenderá– y los países americanos perdedores del repechaje al Grupo Mundial 2016. En ese lote están Brasil, Colombia y República Dominicana. Un nivel muy superior respecto del que halló el equipo de Massú en el Grupo II. Si Chile aspira a ser competitivo y, en corto plazo, luchar por una plaza en el repechaje se torna imperioso tener uno o dos top 100. Nada sencillo, pero no imposible.

Al tenis chileno de base le urge una reingeniería. Cada vez hay menos juniors compitiendo, los torneos de menores son hechos a pulso, por la misma gente, en los mismos clubes y sin grandes estímulos. De no mediar por un puñado de torneos Cosat e ITF a lo largo de la temporada el presente de este deporte a nivel juvenil sería aún más dramático. La federación, algunas veces criticada con razón, ha hecho un gran esfuerzo por apoyar a los jugadores profesionales de mayor proyección. Bien por ese impulso vital en lo económico que ha significado un desembolso de más de 100 millones de pesos. El equipo de Copa Davis está en la senda correcta, tiene apoyo financiero, un gran potencial y un capitán de excepción. Lo único que uno pide es que no miremos solo la punta de la pirámide porque por muy joven que actualmente sea el equipo si no pensamos en los que vienen tarde o temprano el tenis quedará reducido a una mínima expresión. La solución no es solo entrenar a las selecciones menores, requiere dinero, trabajo y gestión. No sigamos girando a cuenta de la generación espontánea. Si la cantera natural se agota, el deporte más exitoso en historia de Chile entrará en peligro de extinción.