ADN RadioConcierto Radio
NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Axel no es Alexis

Entiendo que mover la jaula exalta los ánimos. Más cuando se cuestiona las ideas, no la persona ni sus espinillas, de un personaje instalado por los medios hegemónicos como “lúcido” e “inteligente”. Es como pegarle un coscacho al nene regalón. Se tira toda la familia encima y esta familia es poderosa, pese a ser minoría.

Pero vamos al asunto. Como señalé en la columna anterior, Alexis Sánchez llega desde Tocopilla a Londres, en una escalera construida por millones de dólares, debido a que el fútbol profesional es una de las pocas actividades donde el sesgo de clase no opera. Es decir, el talento, al ser explícito y visible, por lo tanto puede ser fiscalizado por los potenciales clientes, se recompensa casi de manera proporcional a su calidad y no al origen social o económico. Los goles no tienen apellidos vinosos o aristocráticos. También, por razones culturales, en el fútbol se subentiende que un porcentaje mayoritario de los buenos jugadores son de extracción popular. Las evidencias empíricas son arrolladoras (Pelé, Maradona, Salas).

Por supuesto que esto no ocurre en otros estamentos productivos de la sociedad, donde ser pobre y de Tocopilla te cierra absolutamente todas las puertas. No veo muchos Alexis Sánchez en la Sofofa, CPC, Hacienda, en las rectorías de las universidades o en los directorios de las empresas. La verdad es que no veo ninguno.

Puede ser Alexis Sánchez un ejemplo de meritocracia en el fútbol ayudado por la política, a nivel mundial, con miles de observadores que recorren las canchas de tierra buscando talento en bruto. En el caso de Sánchez, su camino se topó a los 14 años con Roberto Spicto, scout de Cobreloa, quien lo introdujo en el circo. El resto es historia. Obvio que Alexis aportó no sólo talento, sino que también ganas, trabajo y paciencia. Es decir, supo sacarle partido a sus habilidades.

Pero, vaya paradoja, si el tocopillano hubiese tenido otro talento, matemático, musical, lenguaje, empresarial, no sería raro que todavía estuviera aplanando polvo en el desértico puerto del norte. Para conocimiento del hagiógrafo del dios mercado, Sánchez prácticamente no tuvo educación. Cuando llegó a Calama pidió a ir un colegio “con corbata”. Tan lejana y equívoca era su imagen de la educación, que él, en edad de estar en Primero Medio, suponía que la corbata era garantía de calidad. Seguro que desde niño miraba con envidia los privilegiados alumnos que la podían usar.

La pregunta es de cajón ¿Qué pasa con los 20 amigos de Sánchez en el barrio que no tenían talento para la pelota? ¿Con los 40 compañeros de clases que tuvo en los pocos años que estuvo en el colegio? ¿Qué pasa si no eres Alexis Sánchez y naciste en Tocopilla en una familia de clase popular? ¿Quién te descubre? ¿Quién te apoya? ¿Quién te da un oportunidad? ¿Quién te educa? Ya lo dijo Gary Medel hace pocos años, “si no fuera por el fútbol, hubiera sido delincuente”. Con suerte, tal vez, reponedor de supermercado o guardia por el mínimo.

Mal se puede utilizar a los futbolistas, sobre todo los del tercer mundo, como ejemplos de que el esfuerzo te puede sacar de la pobreza. Sólo los que tienen un talento descomunal para una actividad específica lo logran ¿Y el resto? Un ejemplo es inquietante y llamativo: los países de la comunidad europea tienen más escuelas de fútbol en el África Subsahariana que de cualquier cosa. Es más, salvo las organizaciones religiosas y alguna ONG, muchos países europeos sólo fomentan el fútbol entre los africanos negros. Ni escuelas de música, ni ciencias, ni literatura, ni empresariales. Nada. Jugadores o jugadores. El resto que se mate a palos.

Suele ser una trampa habitual, y grosera por lo demás, utilizar lo excepcional como norma. Más grosero es justificar los privilegios de clase colgándose de una figura que es todo lo contrario: una perla en el charco de la desigualdad. Sabemos que la vida, sobre todo en este país, favorece a unos cuantos, y siempre habrá quienes tengan ventajas gigantescas aun antes de nacer. Pero si usted en los 100 metros planos parte a un metro de la llegada, no diga que ganó la carrera de manera justa a los que parten 99, sino es que 120, metros más atrás. Al menos tenga conciencia de que es un privilegiado y que gana por su entorno, red de apoyo y clase social. No sea fresco.