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Hernández

Sampalisto

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Sampalisto
MARTIN BERNETTIAFP

No sé ustedes, pero cuando el miércoles Jorge Sampaoli dijo que Arturo Vidal estaba lejos de llegar al partido con Brasil no dudé de su titularidad. Sabía que quedaban más de 24 horas, que el volante del Bayern Munich iba a querer estar presente a toda costa y que el casildense iba a hacer todo lo que estuviera a su alcance para contar con él. Quizás mandó una señal intencionalmente equívoca a la concentración brasileña. Un despiste. O tal vez no. Pero como se esperaba Vidal jugó los 90 minutos y fue figura.

Con Alexis ocurrió algo parecido. Sampaoli puso en duda su presencia después de presentar una molestia en la ingle tras el partido contra el Manchester United en la Liga Premier. Pero los jugadores de esta generación quieren jugar hasta los picados y el técnico así lo pide. Vidal y Sánchez no solo actuaron desde el primer minuto sino que hicieron una pared de lujo que acabó con el segundo tanto de la Roja.

Sampaoli se dio un gran gusto la noche del jueves. Le ganó por primera vez a Brasil como técnico de Chile y dijo que vencer al Scratch tiene un sabor muy especial. Lo valoró como una gran conquista personal y del fútbol chileno. “Estas clasificatorias van a estar muy revueltas”, comentó una vez enterado del triunfo de Ecuador en Buenos Aires.

Quedará en el anecdotario si el Casildense tiró chueco el parte médico pocas horas antes del partido, lo que prevaleció fue su capacidad para ganarlo en el tablero. Sampaoli se dio cuenta sobre la marcha que el trámite del primer tiempo no favorecía el desarrollo del juego de la Roja e instruyó cambios que resultaron clave. Lejos de los códigos sacó al Gato Silva antes del término del primer tiempo e hizo ingresar a Mark González retomando la línea de cuatro que tantos dividendos dio en la Copa América. Luego se percató que requería más dinámica en la generación del fútbol y que Valdivia estaba declinando físicamente. El aporte de Matías Fernández, relevo del Mago, fue enorme.

Sampaoli es vivo, usa espías, cela al máximo la intimidad de los entrenamientos, manda información torcida a la concentración del rival y, por lo general, acierta en los cambios. Esta vez se anotó un pleno e implementó un reacomodo táctico que terminó siendo crucial. De paso, marcó otro hito en la historia del fútbol chileno y ahondó la crisis de los pentacampeones del mundo. Brasil, que nunca antes había perdido en el inicio de unas clasificatorias, tendrá ahora que convivir con la danza de nombres que ya empiezan a circular para reemplazar a Dunga.

Si había alguna duda respecto de que Chile conservara su estilo y competitividad tras el título de la Copa América, la victoria ante Brasil despejó cualquier aprensión. La Roja, como dijo Bravo en el túnel apenas culminó el encuentro, está para grandes cosas en la medida que mantenga el fuego sagrado que lo llevó a dar la vuelta olímpica ante Argentina. No se trata de ser triunfalista ni creer que la Roja tiene un pie en Rusia, solo digo que el equipo merece un voto de confianza en este nuevo desafío. Esta generación está en una fase de plena madurez, no ha perdido el hambre y va por otros objetivos. Nadie puede garantizar que en dos años más, el equipo de Sampaoli llegue clasificado a la última fecha en Brasil, pero si sigue jugando así no sería un despropósito. Hoy por hoy, la Roja es el mejor equipo de América.

Una de las postales del triunfo fue el abrazo entre Sampaoli y Beccacese, sociedad que a esta altura está grabada a fuego en la historia del futbol criollo. Todo apunta, sin embargo, a que el ayudante técnico emprenderá su propio camino a fin de año. El técnico asume su partida y así se lo ha comentado a los más cercanos. ¿Perjuicio hoy? Cero. Otro punto para el casildense que sigue anotando hitos en su ya cuantiosa bitácora.