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Justicia para Justo

A los tres minutos, un balazo de Leandro Benegas le reventó el pecho. Estaba claro que iba a ser una jornada ardua. Lo que no sabía era cómo iba a responder. Más si en la jugada siguiente quedó corto al salir a cortar un córner y la U no abrió la cuenta de milagro. Justo Villar apretaba los dientes. Esta misma semana había sido citado de regreso a la selección paraguaya por Ramón Ángel Díaz. Allá, con 37 años, muchos lo ven acabado, sostenido por su trayectoria, pero al filo del retiro. Acá, no hace tanto, José Luis Sierra lo puso en el freezer luego de alegar a través de los diarios por qué Paulo Garcés era el titular. Luego, claro, se lesionó el propio Garcés y Álvaro Salazar, el tercero, no podía, no tenía cómo, entrar a discutirle el puesto.

Entonces Benegas, muy prendido el ariete, dejó clavado en el suelo la cintura de yeso y los bototos invisibles de Leo Cáceres y quedó frontal para la apertura. 90% gol, 5% guante derecho de Villar, 5% poste de aluminio. Gran salvada a los 15 minutos, porque la U jugaba mejor y coqueteaba con la apertura. Porque este Colo Colo ahogado, con el Pájaro Valdés con las alas cortadas, difícilmente se iba levantar de un gol en contra.

Claro, después Beausejour abrió la cuenta y la U aumentó la presión. Entonces, Villar comenzó con el trabajo extra y tuvo otra atajada clave: en los descuentos del primer tiempo sacó con el pie un remate más de Benegas. No es lo mismo irse al descanso empatando que perdiendo. No es lo mismo irse ganando que empatando. Sicológicamente la salvada de Justo era invaluable.

El entretiempo fue un paréntesis, nada más. Faltaba mucho. Le sacó una chilenita a Rubio y con la punta de los dedos casi desvía un derechazo al ángulo de Espinoza que golpeó el horizontal. No era poco, pero en ningún caso iba a ser lo mejor.

Vino el penal de Julio Barroso. El viejo juego entre el ejecutante y la víctima. En la U eligen la fragilidad de Patricio Rubio. Cuestionado toda la temporada, el delantero había mejorado mucho en los últimos partidos, pero le faltaba la confianza suficiente, el aplomo preciso, para ejecutar ese penal sin pensar en nada, libre, lívido. Tal vez la furia de Benegas era la adecuada. Esto, claro, con el análisis del diario del lunes.

Rubio hace la de los que no quieren líos: ni muy esquinada, ni muy alta para que no se vaya desviada. Tampoco el balazo porque se puede ir a las nubes. Menos un toque o un picotón, no está el horno para “cositas”. La clásica, la manoseada, la predecible: borde interno a media altura a la izquierda del arquero. Rubio se perfiló tan hacia su izquierda tomando vuelo, que era casi imposible que cruzara el remate. Antes de que comenzara a correr hacia el balón ya se sabía dónde iba.

Villar mejor que nadie lo sabía. Por eso lo aguantó un poco, para no darle opción de cambiar de idea. El paraguayo sólo debió lanzarse para desviar el balón al corner. La pudo atajar, tal vez, con los ojos cerrados.

Parada clave, una más. La U no se rindió y siguió apedreando el rancho albo. Pero comenzó a perder la convicción, la energía y generó espacios en el fondo. Una tuvo Jaime Valdés para arrancar. Una tuvo Esteban Paredes para definir: 2-0 y asunto concluido.

Pero el dueño de la tarde estaba allá lejos, en el otro arco. Con sus 37 años, su amenaza permanente de lesión y sus idas y venidas a la selección paraguaya. No sólo fue la figura de la tarde. No alcanza con eso. Directamente ganó el partido. Así no más…