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Este martes Miguel Ponce Torres retomará su labor como técnico de la selección sub 17. El mundial de la categoría no termina, pero el entrenador de la Rojita tiene un nuevo desafío tras caer frente a México en octavos de final: la Copa UC de diciembre en San Carlos de Apoquindo cuyo último campeón fue la selección colombiana. A Ponce le quedan dos meses de contrato y debe empezar a trabajar para un campeonato que puede marcar su despedida de las selecciones menores o el inicio de una nueva etapa.

Desconozco cuales son las intenciones del ex lateral de la UC, pero su estupenda tarea al mando de la sub 17 impone que la ANFP y su gerencia de selecciones le ofrezcan una extensión de contrato y nuevos horizontes laborales. Ponce tomó una selección devaluada, con una crisis de confianza monumental, una base de trabajo insuficiente y última en Sudamérica y, en siete meses, la transformó en un equipo competitivo. La generación nacida en 1998 pasó de ser un grupo de jugadores renegados, el patito feo de las divisiones inferiores en Chile, a una selección capaz de clasificar en una serie durísima y pelear mano a mano durante dos tercios del partido con una potencia como México. En poco más de media temporada Ponce no solo evitó un papelón descomunal derivado del mal trabajo de Grelak sino que fue capaz de que sus jugadores fueran ovacionados en Santiago, Viña del Mar y Chillán.

Está por verse si Ponce aspira a volver a dirigir un equipo profesional en el corto plazo –fue tentado por Cobresal antes del arribo de Arturo Norambuena– pero el curso natural, y justo, del proceso sería que se hiciera cargo de la selección sub 20 que en el verano de 2017 intentará clasificar al mundial de la categoría. El Chueco tendría un año para trabajar, evaluar jugadores, inculcar su idea de juego y reencontrarse con una serie de jóvenes de la generación 97 que hoy son enormes proyectos como Francisco Sierralta, Carlos Lobos, Bastián Campos, Jaime Carreño, Raimundo Rebolledo y Benjamín Figueroa con quienes fue campeón en la sub 12 de Católica. Eso, sin contar a otros tan buenos como Jeison Vargas. Hoy estamos dulces con la selección mayor, Chile es campeón de América, está clasificado a la Copa Confederaciones, será cabeza de serie en la Copa América del Centenario y arrancó las Clasificatorias con el pie derecho, pero hay que pensar en el futuro. A mediano plazo el recambio será una necesidad y qué mejor que el día a día con los sparrings y la promoción de jugadores a la selección adulta esté en manos de alguien como Ponce.

Después de una larga pérdida de tiempo con Tocalli y Grelak llegó el tiempo de gente nueva, estudiosa, con aspiraciones y mentalidad ganadora. Tocalli tuvo grandes resultados en Argentina y se empecinó con Grelak a quien conoció en Quilmes por su buen trabajo en las inferiores. No discuto que ambos puedan ser buenos profesionales, pero en Chile pagaron muy caro el desconocimiento del medio, de la idiosincrasia del futbolista joven y terminaron en un túnel sin salida. “No creo que Ponce pueda hallar otros jugadores y hacer mucho más”, dijo Tocalli tras su renuncia. Vaya si estaba equivocado. El Chueco, un técnico chileno joven, lo que es casi una excepción, está en vías de convertirse en un gran entrenador. A todo nivel. No desperdiciemos ese capital. La pelota está en la cancha de la ANFP y la gerencia de selecciones.