Un Cóndor en el Bernabéu
El último partido de su vida fue el mejor de su carrera. Roberto Rojas, a quien le decían el Cóndor porque volaba como un pájaro y en la portería tenía la majestuosidad del ave que domina los cielos de Los Andes, era un escollo insalvable para Careca, Bebeto y compañía en el partido clasificatorio Brasil vs. Chile camino a Italia 90, disputado en el estadio Maracaná.
El Cóndor tenía de cabeza al pentacampeón -que en ese entonces era solo tricampeón- con tapadas impresionantes hasta que Careca logró vulnerarlo con un tiro que desvió un defensor chileno. Después de eso, el Cóndor usó un bisturí que guardaba en su guante para cortarse una sien, simulando una lesión que obligara a suspender el partido y darle a Chile los pasajes a a Copa del Mundo por secretaría. La FIFA descubrió la trampa de Rojas y le dio un castigo de por vida.
Tras el triunfo por 2-0 de Chile sobre España en el último Mundial, en el mismo Maracaná, Claudio Bravo tuvo palabras para recordar a su mentor y decir que el triste capítulo quedaba cerrado después del histórico triunfo ante los campeones del mundo.
Bravo, portero del FC Barcelona, esperó estar en otra de las catedrales del fútbol mundial, el Santiago Bernabéu, y en el gran clásico del mundo, el Madrid vs Barca, para ofrecer una sinfonía de atajadas que seguramente consiguieron que Roberto Rojas se pusiera de pie a festejar delante del televisor en su hogar de Sao Paulo.
Más allá de la cantidad de paradas o la espectacularidad de las voladas, el mejor índice para calificar a un guardameta es ver la sensación de invencibilidad que proyecta en sus rivales. Eso, por cierto, no se puede medir objetivamente. Pero verle la cara a Cristiano Ronaldo tras ese cabezazo a quemarropa que el santiaguino le desvió ahorra miles de estadísticas y un millón de números.
Fueron cuatro paradas de antología del chileno. Un zurdazo bajo y esquinado de James que desvió con una mano. Un veloz achique ante Cristiano donde tapó con los brazos y la cara. Un cabezazo de Benzema que, tras volar hacia atrás, devolvió hacia el campo con ambas manos. Y el último testazo de CR7, donde demostró tener la agilidad de un felino.
Claudio Bravo estuvo invencible. Porque los jugadores del Madrid se tomaron la cabeza muchas veces preguntándose ¿cómo diablos podremos anotarle? Porque supo recomponerse de una historia negra en el barrio de Chamartín, donde le habían anotado 21 goles en sus visitas previas. Y porque este sábado jugó más parecido que nunca al Cóndor Rojas.