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¿Quieren que siga? ¿Quieren que pare?

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Jorge Sampaoli se está yendo de vacaciones con la incertidumbre de no saber si continuará al mando de la Roja después del 4 de enero, fecha en que está prevista la elección del nuevo directorio de la ANFP. El casildense irá a Miami a recibir un premio de Univisión pero el resto del tiempo libre lo pasará en Chile, en la playa, a dos horas de Santiago porque no quiere alejarse de los acontecimientos directivos que determinarán si permanece o no a cargo de la selección.

El técnico campeón de América está inquieto, preocupado por su futuro. Quiere quedarse y cumplir su contrato, pero necesita garantías y tener un interlocutor confiable, un presidente con quien acordar asuntos clave para el desarrollo de su trabajo. Sampaoli está pensando ir a la Copa América del Centenario con una selección del medio local, supervisar la labor de las selecciones menores, armar un combinado de la liga chilena que, en ciertos períodos, entrene en Juan Pinto Durán dos veces por semana, en definitiva, lo que persigue es buscar a jugadores jóvenes que amplíen el escaso universo de seleccionados con que cuenta hoy día. Un objetivo tan prioritario como imprescindible para el futuro del equipo.

¿Con quién se entiende hoy el técnico de la Roja? ¿A quién le plantea su planificación 2016? ¿Cómo sabe que su trabajo tendrá continuidad y se acogerán sus requerimientos? No lo sabe. Está en el limbo. Entre Tongoy y Los Vilos. Una cosa es que Sampaoli tenga contrato vigente, pero otra muy distinta que pueda maniobrar de acuerdo a sus objetivos. Para eso necesita una contraparte, alguien con quien ponerse de acuerdo y defienda las políticas de selección ante los clubes, lo que supone un foco de tensión permanente. Esa persona es el presidente de la ANFP, no el gerente de selecciones Felipe Correa.

Sampaoli se quiere quedar, pero no a cualquier costo. Muchos jugadores lo llaman y le dicen que no se vaya, que tienen que seguir juntos hasta el final del camino. El casildense, duda, piensa, se atormenta. No está dispuesto a trabajar con cualquier dirigente, tiene serios reparos con algunos, quiere certezas, garantías, un marco de respeto y consideración. Lamentablemente, hoy la mayoría de los dueños de los clubes están más preocupados de las platas del CDF, armar listas, hacer lobby y zafar de toda responsabilidad política y administrativa de la crisis que de prestarle atención a la Roja. Así las cosas, se da el enorme contrasentido de que uno de los tres mejores entrenadores del mundo según la FIFA (votación de entrenadores, jugadores y un periodista por país) está en el aire, confinado en su oficina –y ahora de vacaciones en la costa– esperando que llegue el lunes 4 de enero. La comisión que se formó para hacer la transición hasta la elección de un nuevo directorio debió reunirse con el entrenador argentino y darle una señal de tranquilidad.

Si Sampaoli se hubiese querido ir lo habría hecho en gloria y majestad después del título de la Copa América, pero se mantuvo en el cargo aun sabiendo que todo lo que vendría después iba a ser más difícil. Desechó ofertas de tres clubes grandes de Brasil y ante sondeos de algunas selecciones y clubes europeos dijo que estaba comprometido con la Roja. Nunca imaginó semejante descalabro en la ANFP.

El fútbol chileno requiere una lista de consenso, un acto de grandeza de quienes conforman hoy el variopinto espectro dirigencial. Si el próximo 4 de enero se enfrentan dos listas, con posturas polarizadas y una de éstas gana por escaso margen, estaremos frente al peor de los mundos. La oportunidad de limpiar el fútbol, establecer los límites, cambiar los estatutos, eliminar los conflictos de interés y un sinfín de materias ambiguas está al alcance de la mano. Igual que generar las condiciones para retener a uno de los tres mejores técnicos del planeta. Perder a Sampaoli, a todas luces, sería un error gigantesco.