Cuando la adicción al éxito genera problemas
Comienzo advirtiendo a quiénes lean esta columna que no se dejen colonizar por estas palabras ni por estas ideas. Menos por estos conceptos. Solo léalo y después sigan pensando lo mismo que antes.
Lo que se ha vivido en torno a Jorge Sampaoli ha sido extenso y muy polémico. Con hechos y declaraciones contradictorias. Desde acá analizaremos esto simplemente desde un fenómeno denominado “efecto ganador” o winner effect”.
En el deporte, el éxito es una de las temáticas que ha recibido mucha atención desde el punto de vista neurocientífico y psicológico. Porque el éxito, en un primer momento, presenta una vertiente positiva. Sin embargo, mal manejada puede generar efectos realmente devastadores.
Cuando un individuo logra un objetivo o una meta que se ha propuesto, surgen una serie de beneficios, como por ejemplo, eliminación de los miedos, disminución de la ansiedad, aumento de las capacidades cognitivas (inteligencia, pensamientos, lenguaje, memoria, concentración, etc.), y un aumento en la creatividad para resolver problemas. Todo esto va produciendo, finalmente, un impulso hacia la persona para ir por más. Cada vez por más.
Y es ahí cuando aparece el fenómeno del efecto ganador o “winner effect”, que consiste en que cuando una obtiene éxito la predispone para seguir ganando. Es decir, el ganar prepara para volver a ganar, producto de la motivación que se produce, de la energía y la perseverancia. Es como un feedback positivo.
Todo esto, además, se ve potenciado por ciertos efectos bioquímicos que se producen en el cerebro. Ganar un partido, un torneo o cumplir con las metas no solo produce una sensación de plenitud. También permite que el cerebro secrete una hormona: la testosterona, que a su vez aumenta la producción de un neurotransmisor denominado dopamina, generando placer y satisfacción, asociado a ese éxito.
Se activan los centros de recompensa en nuestro organismo mermando, en cierto sentido, las posibles amenazas que puedan surgir ante esto (situación perfectamente observable en el caso de Jorge Sampaoli). Todo esto explica por qué el éxito puede ser tan beneficioso y positivo para las personas.
Pero el problema es que el “efecto ganador” tiene otra vertiente: la negativa. Mucha dopamina inunda nuestro cerebro, provocando efectos negativos en la persona. Se produce una especie de adicción a la sensación de placer (dado justamente por la producción exagerada de dopamina). Esto impulsa a la persona a seguir experimentando el éxito para poder seguir satisfaciendo la alta necesidad de dopamina. Incluso la lleva a confundirse en la forma óptima o correcta de mantener el éxito o a cometer errores en esa búsqueda.
En el deporte esto se observa, por ejemplo, cuando los jugadores buscan la trampa, caen en el dopaje, se ponen obsesivos y pierden el foco en los procesos. La consecución final pasa a ser más importante que la forma de lograrlo y se intenta obtener el éxito a toda costa, no midiendo en muchas ocasiones las consecuencias. ¿Le suena conocido?
Esto surge hoy como una explicación a lo que ha sucedido con Jorge Sampaoli. Una persona que rápidamente, desde su paso por la U, empezó a lidiar con el éxito, haciéndose de alguna forma “adicto”, no solo por los resultados deportivos obtenidos, sino por la devoción que comienza a generar su estilo y método de conducción.
Sin embargo, comenzaron las dificultades. El éxito empezó a tener límites y surgieron los problemas. La necesidad de éxito le empezó a generar confusión en las ideas y en su actuar.
Lamentablemente para aminorar este efecto no solo se hace necesario tener conciencia sobre este fenómeno, sino que además tener un “otro yo” que pueda frenar y/o aminorar estos impulsos. Pero da la sensación que acá ninguno de estos elementos está presente.