El sufrido y glorioso retorno de la U a Primera División
Un año después de su caída a la B, los azules lograron el ascenso. Fue un camino lleno de dificultades que terminó con festejos en Curicó.
"Si yo pudiera, jugaría gratis en la U". Eso declaraba Héctor Hoffens tras el descenso de Universidad de Chile a Segunda División el 15 de enero de 1989. Y era la opinión de prácticamente todo el plantel azul, que tenía el compromiso de regresar lo más pronto posible a la serie de honor.
Dos días después del funesto empate ante Cobresal, el presidente Waldo Greene preguntaba: "¿Están seguros que la U bajó?". El dirigente esgrimía razones reglamentarias para una posible salvación, pero en el club no miraban con buenos ojos salvarse por decreto. Era la opinión de la llamada "comisión de los notables", encabezada por el abogado Mario Mosquera.
Palabra de capitán
En lo futbolístico, Manuel Pellegrini se mantenía en la banca azul, pese a que era sindicado como el gran culpable del descenso. Lo cierto es que el único pecado del 'Ingeniero' fue no pedir refuerzos para que la institución no continuara endeudándose.
"La situación económica era muy compleja. Era todo caótico, no había dinero. Si bien finalmente no jugué gratis ese año, fue casi eso", recuerda Héctor Hoffens. Álvaro Vergara, integrante del plantel '89, añade otro antecedente: "Nos pagaban el sueldo en tres cuotas, de manera desfasada".
Un hombre de la casa
Los resultados son malos en una gira al sur, pero la U consigue el fichaje del brasileño Severino Vasconcelos en el inicio de Copa Chile. El 22 de abril, tras un empate sin goles ante Magallanes en Santa Laura, Pellegrini presenta su renuncia y es aceptada por los dirigentes.
Luis Ibarra, un ex jugador que ya había dirigido a los azules en dos períodos, se hace cargo de la banca de la U. Llega junto al nuevo presidente Mario Mosquera y declara que "hoy más que nunca el club necesita de todos quienes sentimos un afecto especial por la institución".
Pese a los problemas, la U finaliza tercera en su grupo de Copa Chile, detrás de Colo Colo y la Uc. No clasifica a cuartos de final, pero su rendimiento es positivo pensando en el Ascenso. Sin embargo, el camino traería más piedras de las pensadas y el capitán abandona el buque: Patricio Reyes partía a un millonario Deportes La Serena.
Bienvenidos a los potreros
La U, uno de los dos equipos más grandes de Chile, sintió el peso de jugar en Segunda División. Fue un difícil comienzo. El peor. Debutó con una derrota 2-1 ante Curicó Unido bajo la lluvia en La Granja y luego no pudo superar a Puerto Montt en Santa Laura (1-1). La hinchada azul lanzó piedras contra Luis Ibarra y coreó el nombre de Leonel Sánchez.
El infierno en la B continuó con un empate con 10 jugadores en Osorno (1-1) y una impensada derrota 3-0 ante Colchagua en el recinto de Plaza Chacabuco. "Soy culpable", dice Ibarra. Sin embargo, la U consigue su primer triunfo ante Magallanes (3-1) y comienza el repunte con el retorno de Orlando Mondaca. Además, Leonel se consolida como ayudante técnico de Ibarra.
La escuadra carabelera fue el gran rival de los azules en la lucha por volver a la máxima categoría. En la primera fase la U lideró la Zona Sur con 30 puntos, con apenas dos de ventaja sobre Magallanes. Los fantasmas reaparecieron en el inicio de la segunda parte, con dos derrotas seguidas: 0-3 con Osorno en el sur y 1-2 con la 'Vieja academia', ante 24.620 personas en Santa Laura. Nada sería fácil.
La fiesta de Curicó
En el partido clave, la U vence 2-0 a Magallanes en el Nacional, con un gol de Marcelo Silva y un cabezazo de Severino Vasconcelos. Queda más cerca. A punto. Con un empate ante Curicó Unido le bastaba para sellar su retorno.
14 de enero de 1990. 364 días después de su tarde más negra, la U busca el ascenso con 8.981 personas controladas en La Granja. Y abre la cuenta apenas a los nueve minutos, con un autogol de Pablo Helmo tras tiro de Marco Fajre. Un cabezazo de Carlos Cisternas (26') y un tiro de Pedro Pablo Díaz (85') sellan el 3-0.
Fiesta total entre jugadores, dirigentes e hinchas. Invasión a la cancha, pero sin violencia. "Este equipo me robó el corazón", declaraba emocionado el arquero Eduardo Fournier, figura clave que estuvo 753 minutos invicto. En tanto, Horacio Rivas regalaba, entre lágrimas, su camiseta a Juan Numi, en homenaje al recientemente fallecido hijo del directivo. El objetivo estaba cumplido.