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Hernández

Separados por un abismo

Actualizado a
Separados por un abismo

A pocas semanas de un nuevo turno de las Clasificatorias, al que la Roja llega como el quinto mejor equipo del mundo según el ranking de la FIFA, el panorama del fútbol chileno en la Copa Libertadores es inversamente proporcional. Es que salvo Colo Colo que está bien encaminado en el grupo cinco y busca romper una sequía de nueve años sin superar la fase de grupos, la U ya fue eliminada y Cobresal comprometió seriamente la opción de clasificar con su derrota en Asunción. En 2015 la liga del campeón de América no logró instalar a ningún club en los octavos de final y esta temporada está por verse de qué es capaz el equipo de Sierra.

La selección cambió de técnico y, por razones comerciales, no fue designada como cabeza de serie en la Copa América del Centenario, pero sabemos lo que calza, a qué juega y el respeto y consideración que se ha ganado internacionalmente. Los representantes del fútbol chileno en la Libertadores, en cambio, han tenido tres años de espanto con excepción de Unión Española que sorteó con éxito la fase grupal en 2014.

¿Por qué la Roja no ha logrado irradiar a los clubes? ¿Por qué existe un abismo entre la competitividad de la selección y los clubes que nos representan internacionalmente en los últimos años? La respuesta es multifactorial. Tiene que ver con el deterioro de la industria local en múltiples aspectos. Con el daño que han hecho los barrabravas, la norma tardíamente corregida de los siete extranjeros, la plata del CDF que propicia que muchos clubes armen planillas de bajo costo para vivir del delta que deja ecuación, los horrores en una programación que ahuyenta el público del estadio, etc. La lista de elementos que inciden en la depreciación del fútbol criollo es enorme.

Dentro del inquietante panorama hay otro factor común, quizá el más determinante: la mala gestión deportiva. En toda la extensión del concepto. O cómo se explica que el único jugador que logró vender el futbol chileno fuese Paulo Díaz. Si Pablo Guede no hubiese ido a San Lorenzo el resultado hubiese sido cero. No estamos hablando de falta de materia prima sino de la escasez de oportunidades para los jugadores jóvenes que está intentado ser enmendada, de manera discutible, a través de la norma del sub 20 en cancha. El gravísimo error de la sobrepoblación de futbolistas extranjeros se quiere compensar a través de un reglamento bien inspirado pero mal resuelto porque genera una distorsión deportiva. No todos los sub 20 están preparados para ser titulares en primera división. O que lo diga la U para quién este tema fue una pesadilla el semestre anterior. La secuencia que nace con la formación, transita por el desarrollo, la consolidación y remata con una posible venta al extranjero debe darse de modo natural. No puede estar taponeada por una norma inepta.

Este punto es relevante porque los clubes que se toman en serio el proceso formativo y gastan altas sumas de dinero en las divisiones menores ven mermados sus esfuerzos. La venta de jugadores es clave para equilibrar el ejercicio financiero y no se está cumpliendo. El efecto de lo que ocurre hoy es tan lógico como predecible. Las instituciones que nos representan internacionalmente no tienen presupuesto para reforzarse con jugadores de mayor calidad. Hoy la excepción la marca Universidad de Chile que logró traer de vuelta a Gonzalo Jara y gastó un millón de dólares en Fabián Monzón, pero pocas semanas después Carlos Heller figuraba haciendo un cuantioso préstamo a la U. Azul Azul está empeñada en brindarle las mejores condiciones a Becaccece y el presidente se esmera pese a que los números no son azules precisamente.

Con todo, y pese a que el fútbol es presente en la consideración del hincha, la U tiene el crédito de haber alcanzado dos semifinales de la Libertadores en 2010 y 2012. Colo Colo, hoy campeón vigente y puntero exclusivo del Clausura, no puede decir lo mismo. Pero en la copa se pueden hacer buenas campañas sin necesariamente tener el plantel más costoso. Ejemplos abundan en los últimos años, justamente en las temporadas más oscuras del fútbol chileno a nivel de clubes. En 2014 quedó patente con la final de Nacional de Uruguay y las semifinales de Defensor Sporting y Bolivar. Acaso estos tres equipos eran mucho más que la U que quedó fuera por diferencia de gol o que Colo Colo y Católica que no clasificaron a aquella edición. Los clubes argentinos han perdido fuerza y la baraja está mucho más revuelta, el problema es que los nuestros dejan pasar las oportunidades y son otros los “equipos sorpresa” del campeonato.

Colo Colo está en una buena senda, jugó ante a Melgar su mejor partido del año y en el frente interno se escapó en la punta jugando con un equipo mixto. A los hinchas albos inconformistas el fútbol de Sierra no los termina de convencer pero sus números son irreprochables. No olvidemos que hace un par de años, al mando de Unión, el Coto ganó su grupo de la Libertadores por delante de San Lorenzo y Botafogo. También como jugador llegó lejos y sus actuaciones le valieron un contrato en Sao Paulo, por entonces uno de los mejores equipos del mundo. A Colo Colo no le sobra nada, sus principales jugadores están sobre los 30 años, pero es un equipo con jugadores de experiencia, algunos mundialistas, y un técnico que conoce el paño y las teclas que hay que tocar para ser protagonista. Por el bien de Colo Colo y la imagen del fútbol chileno que así sea.