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Guarello

Los inútiles

El bombo es materia de "discusión" en Chile.
RAMON MONROY/PHOTOSPORT

¿Para qué sirve un presidente de un club de fútbol? Antes, sin idealizar nada, de alguna manera debía imponerse por las ideas, el proyecto y, ojalá, en la integridad de sus acciones. Tenía el contrapeso de los socios y la prueba de fuego de las elecciones. Hoy gana el que tiene más plata.

La pregunta que encabeza el texto, luego el contexto, es debido a los ingentes, publicitados (y exitosos al final del día) esfuerzos de los presidentes de Colo Colo y Universidad de Chile para reintroducir en el estadio los benditos “elementos de animación”. Reuniones con la autoridad, pactos con los líderes de las barras, promesas de buena conducta, negociaciones sobre el tamaño del bombo, el anclaje en la grada, el número de extintores, las características de los fuegos artificiales.

¿Para eso sirven?

En Uruguay el gran proyecto de Juan Pedro Damiani, presidente de Peñarol, es construir un estadio para 100 mil espectadores; Juan Luis Rodríguez, presidente de Nacional, contesta con una proyección también de 100 mil, pero de socios con sus cuotas al día; en Argentina Matías Lemmens, de San Lorenzo, quiere llevar de vuelta el estadio a Boedo, y sería un proyecto para no menos de 50 mil espectadores; Rodolfo D’Onofrio de River Plate, como Barcelona, ya no acepta más socios. Las listas de espera superan las decenas de miles.

Y acá, claro, el bombo, las serpentinas con sello de aprobación,los extintores para que vuelva la fiesta... puras idioteces para calmar un grupo minoritario de seudo hinchas. Mientras, comprar un miserable boleto en una odisea, la mitad de los partidos se juegan con el 50% y hasta el 70% del estadio cerrado por seguridad, los ingresos son indignos del ganado que entra al matadero, una agua mineral de morondanga vale 1.500 pesos, se juega con 35º a la sombra.

¿Para qué sirve un presidente?

Contesten señores accionistas.