No somos vacas
El indigno ingreso de los hinchas de la U al estadio Santa Laura arreados como ganado a través de un estrecho pasillo entre la muralla del recinto y un bus de carabineros no hizo más que convertirse en el enésimo episodio de un problema hasta ahora sin solución: cómo asistir al estadio. La escena que engrosará el infinito listado de imágenes que avergüenza a nuestro fútbol lamentablemente ya no extraña en un contexto que todos conocemos.
Pocos días antes del duelo entre rojos y azules en Independencia, Tomás, un abonado de la U, se desahogó mediante un mail, reproducido por radio ADN, en el que detallaba las enormes dificultades que encontró para comprar su entrada y asistir a la cancha. La descripción era sorprendente. Como si alguien, a propósito, hubiese urdido un enrevesado sistema para hacerlo pasar un mal rato y ahuyentar a los hinchas. La historia es como sigue. Compró su entrada un lunes, apenas salieron a la venta los boletos. A su correo llegó una galería Atilio Cremaschi como "e-ticket", válido para entrar al estadio. Sin embargo, por medio de unos amigos, ya que Unión ni la ticketera le enviaron algún correo informativo, supo que la venta por internet se había suspendido a las pocas horas para luego enterarse que "por orden de la autoridad" había que canjear una entrada física en las boleterías del estadio Nacional para asistir al partido.
Como el retiro de las entradas se efectuó en pleno horario laboral (miércoles a viernes de 12:00 a 19:00 horas), tuvo arreglárselas para pedir permiso en la pega. Ya en las boleterías constató que había solo un puesto habilitado con largos tiempos de espera. Tomás, habituado a estos trámites, portaba su cédula de identidad y el número de la orden de compra, pero para su sorpresa no pudo acceder al boleto ya que no había impreso el e-ticket, el mismo que ya no le servía para entrar al estadio. Derrotado, el forofo azul debió volver al trabajo, imprimir el documento, volver a hacer la larga y tediosa fila y cobrar al fin su boleto. Increíble pero cierto.
Historias como estas se repiten semana a semana y explican el alejamiento de la gente del estadio. Obviamente, la raíz del problema es mucho más amplia y tiene que ver con la incapacidad del fútbol, léase la ANFP y los clubes, y la autoridad política para implementar un sistema coherente, unificado, amigable, que establezca estímulos y castigue, en serio, los incumplimientos. Si bien es imposible disociar del análisis el creciente temor de los hinchas por el comportamiento de los barrabravas, para nadie es un misterio que en lo que le compete a la ANFP y el gobierno hay un trabajo deficiente, un rotundo fracaso. ¿O alguien piensa lo contrario?
El errático accionar tiene que ver con decisiones estructurales pendientes en ambos ámbitos. Estadio Seguro es solo un plan, con margen de maniobra limitadísimo, pero puede hacerlo mejor, mucho mejor. La pregunta es: ¿Por qué ha demorado tanto su derivación al ministerio del interior? ¿Ocurrirá algún día? Uno de los factores basales del descontento del hincha por tanto trámite, control y descriterio tiene que ver con la aplicación de los protocolos. Carabineros no ha sido capaz de unificar sus procedimientos y Estadio Seguro de representárselo. Así, al final, los controles terminan dependiendo del coronel de turno.
El último año, Universidad de Chile ha mejorado una enormidad los sistemas de ingreso al estadio. El hincha azul tiene, en el estadio Nacional, un acceso fluido, cómodo, incluso en los partidos de mayor convocatoria como ante Wanderers donde hubo casi 20 mil personas y los aficionados entraron sin grandes contratiempos. El tema es que la U se gasta en la operación el 55% de los ingresos por concepto de borderó. Es evidente que muchos otros clubes no invierten igual. Claro, es mucha plata y si el estadio está pelado no importa porque las lucas llegarán igual vía CDF.
Todos sabemos que en este río revuelto la ganancia no es del público ni el espectáculo. Nadie se esmera ni está preocupado en abonar los estadios. Todo propende a estimular la suscripción al CDF aunque penen las ánimas en la pantalla. La tiranía del dinero fácil domina el fútbol, pero algún día hay que equilibrar los ingresos y el contenido. O el espectáculo será tan triste que nadie querrá verlo ni pagar por él.