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La gente se queja de llena o de ignorante. Lo importante es quejarse. Incomprensibles son todos los calificativos y denuestos que recibió el partido que perpetraron, perdón, jugaron Universidad de Chile y Colo Colo en el Nacional. Es cierto que Johnny Herrera atajó apenas un remate directo, un tiro bajo de Vilches con algo de esfuerzo, y en el otro arco fueron dos balones los que, el término es excesivo, apuraron a Justo Villar: un disparo desde 35 metros de Osvaldo González y un cabezazo al cuerpo, blando, de Sebastián Ubilla. Eso fue todo en 95 minutos.

Es que hay que saber mirar.

Así como el lego no entiende las manchas de Jackson Pollock o las atonalidades de Arnold Schoenberg, el hincha común, ese que paga una fortuna por mirar en una jaula y es tratado como ganado, no es capaz de distinguir el arte sublime que yace oculto en un ordinario, en apariencia, empate 0-0. Y los periodistas, por favor, menos todavía.

Javier Reina, al darse tres vueltas en el mediocampo, meter un enganche y terminar pasándola a un compañero a dos metros de distancia, está estableciendo una forma de paradoja, de baile abstracto, donde el objetivo es apreciar el movimiento quieto (perdonen el oxímoron). Lo mismo Gonzalo Espinoza, hay una forma alargada, fluida, sinuosa que se dibuja en esos pelotazos largos, sin destino. Un desafío mayor en definitiva.

Luego están los pases al contrario: azul-azul-blanco-azul-blanco-blanco-azul-blanco-azul-azul-lateral. Hay un síncope, un ritmo de bebop tipo Thelonious Monk, una aliteración compleja, invisible al ojo carente de sensibilidad.

¿Y las patadas?, ese bello choque de cuerpos, de carnes sudadas, de fuerzas que se oponen y explotan dejando regueros de energía sobre el pasto. Una verdadera metáfora de la lucha por la supervivencia, un ritual inmemorial: el del hombre enfrentando al hombre por la hogaza de pan, el trozo de carne, el arroyo cristalino.

En fin, en el Estadio Nacional hubo mucha belleza en esa aparente fealdad. Como dijo sabiamente José Luis Sierra: “Ustedes siempre con eso del espectáculo”. Acá hablamos de otra cosa: la vida, el universo, la humanidad y el bostezo.

Amén.

PD: Sebastián Beccacece dobló la apuesta, dijo que la U tuvo “Tres ocasiones de gol”. Eso es poesía. Que Nicanor Parra jubile de una vez.