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Se sabía que Argentina venía con sangre en el ojo e iba a planificar el partido para ganarlo. El impulso de la victoria albiceleste en Barranquilla ante Colombia había marcado la recuperación de un equipo capaz de vencer en cualquier cancha del mundo. A fin de cuentas, Argentina es Argentina y que Chile la haya derrotado solo una vez en la historia en partidos oficiales no es casualidad.

La Roja es el quinto mejor equipo del mundo y nadie le regaló ese ascenso en el ranking FIFA y alta consideración entre sus pares. Pero la noche del jueves en Ñuñoa ratificó lo que se sabía de antemano: el plantel es corto y cada baja representa un problema significativo.

Si las ausencias de Vidal, Aranguiz, Valdivia y Vargas eran un inconveniente mayor para enfrentar a Messi y compañía, las lesiones de Marcelo Díaz y Matías Fernandez antes de los 25 minutos iniciales fueron terminales. No se trata de crucificar a los recambios ni de lapidar a un equipo que luchó con todas sus fuerzas en la segunda etapa, pero es evidente que ambas bajas condicionaron el partido y su desenlace.

Nada aseguraba que Chile iba a sostener su notable cuarto de hora inicial, pero con Fernández y, especialmente, con Díaz en la cancha el partido era otro. El volante del Celta de Vigo es el barómetro de la Roja, un jugador capaz de marcar los tiempos y darle un equilibrio único al equipo. Sin él, Chile pierde consistencia, va, lucha, presiona, intenta jugar al pie, pero no con la misma claridad.

El diagnóstico preliminar del doctor Yáñez cerca de la medianoche fue lapidario. Fernández y Díaz están desgarrados y quedan al margen del choque del martes ante Venezuela. ¿Quién tomará la manija? ¿Dónde hay un 10 disponible? Así como estamos lo más sensato sería pasarle la conducción del equipo a Arturo Vidal quien está habilitado para volver.

Argentina respetó a Chile. No regaló nada. Y apenas se puso en ventaja cerró el partido. Messi, a diferencia de su performance en el Barcelona, graduó sus intervenciones. No se mató. Entró en el juego táctico que propuso el Tata Martino. Luego, en la zona mixta admitió que la Roja los metió en un arco y jugaron un segundo tiempo opaco.

Chile no jugó mal ni mereció perder. Hizo un buen encuentro. Pero los partidos no se merecen, se ganan o se empatan. El debut de Pizzi fue aceptable en el juego y muy malo en los números. La fecha fue pésima para la Roja porque además de perder como local e incluso quedar fuera del repechaje supuso las recuperaciones de Colombia y Argentina y las consolidaciones de Ecuador y Paraguay. Todos mejoran y la Roja se estanca en la tabla.

Somos quemados. Chile estaba haciendo un gran partido, pero las lesiones desarmaron la zona media, ahí donde Argentina tiene volantes de gran dinámica y arranca Messi. Entre los nuestros, punto alto el partido de Felipe Gutiérrez, irregular lo de Silva e insuficiente el desempeño de Bryan Rabello. ¿Qué hubiera pasado si Pizzi metía un zaguero en lugar de Díaz y pasaba a Medel al medio? Con el resultado puesto, el análisis se simplifica. Lo cierto es que la Roja puso toda la carne a la parrilla pero le faltó variantes. Es la ley del futbol, las suspensiones y lesiones están a la orden del día y nada se puede hacer. Normalmente el que llega más lejos es el que menos cambia el equipo.

El fútbol tiene revanchas dijo Vidal antes de irse del estadio. Pese al escasísimo tiempo de trabajo Pizzi hizo una buena labor, Chile sigue siendo competitivo, un equipo al que todos respetan, pero hay que volver a ganar. En Barinas el empate es malo. Hay que traer los tres puntos a toda costa o a la Roja se le vendrá la noche. Y eso no es justo para un equipo que todavía puede dar mucho más.