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El día que Ríos cambió la historia

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Dieciocho años han pasado desde que Marcelo Ríos ganó el Masters 1000 de Miami ante Andre Agassi y desbancó a Pete Sampras del número uno del mundo. Es, sin duda, uno de los tres grandes hitos de la historia del deporte chileno.

Ríos no sólo fue el primer chileno en llegar a la cima del tenis mundial. Fue el primer latinoamericano e hispanoparlante en ser No. 1. Es decir, antes de él no hubo españoles, argentinos, mexicanos ni brasileños. Ni tampoco ingleses, franceses, rusos o italianos.

El Chino tuvo una campaña notable previa a su hazaña en el Crandon Park Tennis Center de Key Biscayne. Ganó tres títulos (Auckland, Indian Wells y Miami) y una final (Abierto de Australia) en cinco torneos disputados y destronó a Sampras, quien llevaba cuatro temporadas indiscutidamente en la cima del tenis mundial.

Lo de Ríos, más allá de ser un gran orgullo para todos los chilenos y colocar a Sudamérica en la lista de los grandes, provocó un cambio enorme. Primero en los chilenos, quienes comenzaron a creerse el cuento de que era posible ganar, algo que ya había comenzado con la Copa Libertadores de Colo Colo en 1991. Después de la proeza del Chino, la gente dejó de conformarse con los triunfos morales. Y ese mensaje no sólo le llegó a los tenistas (que bien lo recibieron González y Massú), si no que a toda la sociedad.

Y el mismo mensaje les llegó a los demás tenistas sudamericanos. No es casualidad que después de la irrupción de Ríos los latinos inundaran el circuito ATP. Y no es fruto del azar que talentosos como Guillermo Coria, David Nalbandian y Gastón Gaudio tengan el mismo ídolo: un zurdo oriundo de Vitacura.

Marcelo Ríos hizo algo mucho más grande que deleitar con su talento y darle alegría a un pueblo. El Chino cambió la historia.