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El término de una gran falacia en la Selección chilena

Chile derrotó por 4-1 a Venezuela y quedó en la cuarta posición de las Eliminatorias sudamericanas. Con un funcionamiento algo inferior al mostrado ante Argentina, el cuadro de Juan Antonio Pizzi logró transferir al marcador la superioridad de su plantel, cosa que a veces no es muy fácil de conseguir. Sobre todo acá, donde la mayoría está dispuesta a los sacrificios cúlmines en pos de asistir al Mundial.

El triunfo de la Roja fue el segundo partido de Pizzi al mando del equipo. Comparando la organización de juego (tareas y funciones de los futbolistas) y las concepciones de juego (forma de atacar y defender colectivamente) con los tiempos de Jorge Sampaoli, hay detalles que llaman la atención.

En la elaboración, Chile seguirá insistiendo con el juego de pases, triangulaciones y cambios de frente (Ataque construido), aunque con un matiz relevante. Por lo visto, el ritmo de la tenencia del balón será algo más pausado, priorizando precisión y conservación de la pelota en lugar de algún énfasis en la rapidez, que a veces concluía en atolondramiento o precipitación.  

Para defender, todo indica que habrá que olvidar la presión sostenida en la salida del rival, lo que quedaría únicamente para situaciones puntuales. Como cuando se caía contra Argentina: Gonzalo Jara y Gary Medel, los defensas centrales, situados en la mitad de la cancha, desplazaron las líneas 30 metros más adelante, ahogando al oponente.

Sin embargo, antes en el partido no había ocurrido así. Chile planteaba el juego con un reagrupamiento defensivo en su propio sector, generando un bloque de presión entre el borde superior del área penal y la línea medianera, para allí recuperar el balón.

También quedó claro que el sistema de juego permanente será el 1-4-2-3-1. Lo importante en la definición de cómo los jugadores se distribuirán en la cancha está en la recuperación del "9", el centrodelantero. Al margen de que Mauricio Pinilla haya sido uno de los más destacados ante Venezuela, con sus dos buenas anotaciones.

Chile ganó la Copa América con Alexis Sánchez y Eduardo Vargas como únicos delanteros. Ambos de movían libremente por todo el ancho del ataque. De acuerdo a los requerimientos del juego, alternaban en el rol de "9". Sin embargo, inquietos como ellos solos, no era mucho lo que duraban como centroatacantes.

Entonces, se hablaba que la Roja actuaba con un "9" descendido. Algo así como lo que hace Gustavo Canales en la U: bajar unos metros para interactuar con los volantes, si el trámite lo permite asistir a uno de los punteros desplazados en diagonal hacia el arco y luego rápidamente acompañar la acción, ascendiendo, para volver a ser el "9" del equipo.

Supuestamente, la funcionalidad referida la cumplía Jorge Valdivia en el campeón de América. Sin embargo, el asunto táctico no era tal. El Mago actuaba como un "10" clásico, un volante ofensivo o creativo. Intentaba ganarles los flancos o las espaldas a los volantes de contención adversarios y desde ahí asistir a los desplegados en ofensiva. No fue un "9" descendido, aunque una poderosa mayoría insistía en la conceptualización.

Algún resabio de todo esto se pudo percibir en el estreno de Pizzi. Lo que más se dijo de Alexis como "9" era que, dada su movilidad y deseos de tener el balón, no daría referencias a los centrales albicelestes. Pero como en otras ocasiones, las ganas del tocopillano provocaron que terminara yendo a pedirles el balón a los centrales. ¡El "9" del equipo iniciando la construcción a 50 metros del área!

Sin embargo, Pizzi fue coherente con su línea de acción en su carrera como DT, la que contempla sí o sí la presencia de un centrodelantero. En Barinas alineó con Pinilla y el centroatacante del Atalanta respondió. Sánchez actuó de volante por la izquierda, su lugar de siempre en el Arsenal, lo que contribuyó también a que elevara su rendimiento.

Durante la apoteosis de la monserga del "9" descendido, el argumento predominante era que en esa funcionalidad el ariete no les daba referencias a los zagueros adversarios y así aparecería por sorpresa. No obstante, en los dos goles, Pinilla demostró que aquello también se puede lograr estacionado en el área y con un hombre pegado en la espalda.

En las anotaciones, el hombre del Atalanta aplicó el cambió de ritmo justo, en una gran movida espacio-temporal, para anticipar ofensivamente y convertir. Méritos del DT y el atacante de la Roja. De paso, afortunadamente, terminaron con esa extensa inexactitud del "9" descendido, un cuento que, avalado por un título de campeón, duró harto tiempo.