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Protagonista vs. antagonista (futbolista vs. prensa)

Todo protagonista necesita un antagonista, un oponente, un rival a su altura. Antagonista proviene del griego Antagonités, de anti, contra, y agonistés, combatiente, actor. Desde el teatro de la antigua Grecia hasta nuestros días, es el personaje que le da fuerza vital a quien combate. Y es muy posible que el conflicto, la tensión constructiva, sea lo que ha hecho que el mundo progrese. Tesis y antítesis para alcanzar la síntesis superadora. La idea ya está en La Iliada, el relato de la guerra de Troya.

Se me ocurrió comenzar con esta cita para intentar explicar esta dicotomía añeja y vetusta que siempre se establece entre el deporte y la prensa, entre el futbolista y el periodista. Por un lado, el futbolista plantea que el periodista no sabe de fútbol y, por el otro, se realizan críticas que el jugador no está dispuesto a aceptar.

Sin duda que esta condición oposicionista viene de tiempos pasados, tal vez como una forma de supervivencia, pero que se ha ido reforzando históricamente.

Dentro de todas las máximas que se dicen en el fútbol hay una que se mantiene inalterable: “el jugador necesita a la prensa, y ésta a su vez, necesita al jugador”. Protagonista y antagonista. Pero el problema comienza o radica cuando no existe claridad con respecto a quién es el protagonista y quién es el antagonista.

Desde el punto de vista colectivo también podemos intentar explicar este fenómeno: el enemigo común hace que el grupo se fortalezca. Y de ahí entonces la idea es agruparse para lograr algún fin, para alegar o para provocar cambios. También la cohesión grupal sirve para asumir la representatividad frente al ataque de un “externo” que se considera injusto Por ejemplo, cuando se establecen los vetos o el “silenzio stampa”. Pero esta unidad que se genera reactivamente apunta también a mantener la conformidad al interior del grupo.

Desde lo individual da la sensación que existe una cierta tendencia a darle una atribución causal más externa que interna a los resultados. Como diríamos más cotidianamente, “a echarle la culpa al resto” y no a ser autocrítico. Esto explicaría el porqué se establece esta relación no fácil entre el periodismo que observa y el jugador que actúa. Porque el periodista justamente evidencia ese análisis que el jugador normalmente no realiza.

Además, es muy habitual el fenómeno de la ilusión de superioridad. La gran mayoría de los jugadores piensa que jugarán muy bien, que no tendrán dificultades, que no serán expulsados y que, en general, jugarán mejor que el resto. Aunque esto estadística y probabilísticamente es imposible, la tendencia es que muchos lo piensen. Por lo tanto cuando reciben una crítica les cuesta aceptarlo, dado que han mantenido por mucho tiempo esta ilusión de superioridad.

Por último está el fenómeno del sesgo optimista, que corresponde a la tendencia de sobrestimar las posibilidades de éxito en una competencia y a subestimar las probabilidades de vivir experiencias negativas. Y, por lo tanto, desde el análisis de este fenómeno, el observador externo (periodista), quien de alguna forma hace evidente los problemas y los errores, es visto como un antagonista. Un objetivo al que hay que derrotar.