El abuelo Pascual
Fin de semana por medio el abuelo Pascual iba al Regional (así llamaba al estadio). Tenía un asiento para él que renovaba todos los años. No es que fuera un potentado, pero se las arreglaba para quitarle una tajada a su jubilación como obrero de la siderúrgica de Huachipato y darse ese gustito.
Era complicado ir al estadio con el abuelo. La mitad de las liebres Ruta Las Playas que hacía parar en el camino a Penco las despachaba apenas veía que traían un banderín o un adhesivo de Fernández Vial. Por último, aunque el taxibús tuviera tonos aurinegros. Era suficiente para despreciarlo. Así que había que irse temprano y cruzar los dedos.
Fue en ese par de visitas al estadio cuando más hablé con él. Fue allí, en el reducto de la avenida Ignacio Collao, donde realmente conocí a mi abuelo paterno. Y, quizás, la única vez que sentí un abrazo apretado de él fue cuando el brasileño Barbosa anotó ese golazo que jamás olvidé. El abrazo, eso sí, fue compartido con mi primo Jorge.
Y allí, en el estadio, nos contaba increíbles historias de superhéroes como Haroldo Peña, el Loco Petinelli, el Pata Bendita Castro y Víctor Estay. Todos ellos, salvo Petinelli que era arquero, con trajes de color lila. Y a mis primos más chicos también les habló de otros cracks como Walter Pajón, Juan Carlos Almada, el Loco Villamil y el Pelao Montecinos, entre otros.
Deportes Concepción era la gran alegría de mi abuelo. No importaba si estaba en Primera o Segunda. También el punto de encuentro con sus nietos. Sólo uno de ellos, Sebastián, salió hincha de corazón del Conce. Y, para mayor deleite del tata, ninguno salió del Vial.
Menos mal que mi abuelo no está vivo para ver lo que está pasando. No podría resistir que el club de sus amores desaparezca por culpa de una manga de sinvergüenzas que actuaron amparados por esas "leyes de mercado" que él tanto odiaba.