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El aprendizaje del millón de dólares

Hace tiempo que quería escribir una columna analizando el paso de la anterior directiva de la Federación de Tenis de Chile y, sobre todo, el enojo que sentimos muchos por el millón de dólares que se perdió. Aquel que fue donado en una gran causa por el señor Musalem pensando en ayudar a los niños de escasos recursos.

Cuando me pongo a pensar cuántas cosas se podrían haber hecho con ese dinero no puedo más que sentir pena y rabia. Espero que los responsables enfrenten las consecuencias de sus actos. A raíz de esto, quería hacer una analogía que espero que sirva de motivación para que algo así no suceda nunca más.

Recientemente, la Universidad de Harvard compartió parte de un estudio que lleva más de 75 años y es sobre ¿qué es lo que realmente nos hace felices?

Según los resultados de este estudio, estaríamos muy equivocados si pensamos que la respuesta es la fama o el dinero. Según el encargado de este proyecto, Robert Waldinger, doctorado en psiquiatría de la Escuela de Medicina de Harvard y quien también dirige la Escuela de Desarrollo de Adultos de la Universidad de Harvard, lo más importante para llevar una vida feliz es tener relaciones humanas saludables y constructivas. En este estudio, las personas que mostraron los índices de felicidad y salud más altos fueron aquellas que se dedicaron muchos años a construir relaciones profundas, de confianza, positivas, de afecto y de amor.

En lo personal siempre he priorizado mi felicidad antes de la fama o el dinero. Recuerdo cuando tenía 18 años y tenía que luchar con profesores de mi colegio o conocidos que me decían que tenía que estudiar y después conseguir un buen trabajo en vez de andar perdiendo el tiempo jugando tenis. Este tipo de presiones las vivimos todos los que hacemos algo “diferente” a lo acostumbrado y vienen desde todas las direcciones. Es el constante miedo que se genera en la sociedad a que si uno hace algo diferente puede terminar “muerto de hambre y sin nada”.

En el tenis, por lo menos, nunca conocí a un jugador de ningún ranking que terminara como ellos me amenazaban. De todas formas siempre he dicho que yo juego tenis por mí, porque es lo que me hace feliz y lo voy a seguir haciendo mientras quiera. Y, basándome un poco en el estudio del Doctor Waldinger, no es el tenis en sí lo que me ha hecho feliz. Son las relaciones que he forjado, los rincones del mundo que he conocido, los amistades de diversas culturas que he logrado, las experiencias de vida tan espontáneas que siempre nos da este deporte como disfrutar de la lucha del tenis, ayudar a proyectos de niños de escasos recursos o a las ONG que defienden el medioambiente.

Todo esto es para hacerles un llamado a los altos dirigentes, que probablemente harán la vista gorda. Un llamado inocente e ingenuo.

Como ya sabemos que ni la fama ni el dinero ni el poder son cosas que aportan a la felicidad, entonces llamo a toda la gente, en particular a quienes ocupan posiciones de poder, que por favor no busquen enriquecerse con sus cargos, que no busquen acumular poder para inflar aún más sus egos. Y que no busquen fama. Nada de eso los hará felices.

Les pido que busquen relacionarse con quienes, según indican sus cargos, tienen que ayudar. Que sean empáticos con los otros seres humanos de cualquier condición. Esto genera sentimientos de compasión y amor que finalmente los llevarán a trabajar con ganas de cambiar nuestra sociedad.