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Algo pasa con la selección. La evidencia está en los números y en el juego. En su incapacidad para resolver los problemas que hace un año solucionaba de una u otra manera. En su expresión colectiva que transita por una irregularidad desconcertante. En rendimientos individuales dispares y a la baja en algunos casos.

La Roja está inmersa en la transición que implica el cambio de mano de Sampaoli a Pizzi. Y no ha sido fácil. En rigor, las transiciones nunca son sencillas, pero este proceso, además, ha estado marcado por factores nocivos e inconvenientes como la huida de Sergio Jadue y la tormentosa salida del casildense. Quienes creyeron que la selección era inmune e iba a mantener el nivel independiente del técnico de turno, se equivocaron.

Cómo olvidar que Claudio Bravo declaró que el título de la Copa América de Chile se manchó por el actuar delincuencial de Jadue y que los jugadores salieron a defender a Sampaoli, en un primer momento, cuando el técnico pedía garantías, acusaba filtraciones malintencionadas y meditaba su continuidad en la Roja. Después conforme fueron apareciendo más antecedentes de las negociaciones y el destino sus platas, los seleccionados abandonaron la escena. Ese período, ambientalmente, fue muy perjudicial para la Roja.

Producto del descabezamiento de la ANFP y el arribo de Pizzi a fines de enero, Chile dejó pasar la fecha FIFA de comienzos de año y no preparó las primeras dos fechas de las clasificatorias de 2016. El equipo perdió con Argentina y le ganó a Venezuela, pero con lo puesto. Sin tiempo para trabajar. Hoy en la Copa América, en parte, está pagando los costos del escándalo que vivió el futbol chileno. Es que el contexto es clave para entender los momentos futbolísticos de un equipo o una selección.

Dentro de la cancha, la otra parte fundamental de esta historia, Chile llegó a Estados Unidos exhibiendo dudas. A medio andar en un proceso técnico que busca asentarse. Lamentablemente para Pizzi las derrotas ante Jamaica y México ayudaron poco. Ambos amistosos, lejos de descomprimir, empeoraron los números de Macanudo y ahondaron la sensación ambiente de que el equipo estaba involucionando. ¿Un botón de muestra? El doble dedo medio que Gary Medel dedicó a los críticos de la Roja por twitter tras la derrota ante Argentina.

Como se trata de ser justos y no analizar solo los números hay que reconocer que Chile debió golear a Jamaica y jugó un primer tiempo notable ante México. Pero perdió. Y perdió porque a la Roja hoy le falta gol. El problema no tiene que ver con la posesión donde el equipo sigue prevaleciendo ante todos sus rivales, incluso frente a Argentina, sino con las escasez variantes que dispone en el último tercio de la cancha. Si Fernández está lesionado, Valdivia fuera de la nómina y Eduardo Vargas con la pólvora mojada, la Roja pierde remate de media distancia, pase con ventaja y gol. Factores demasiado importantes para un equipo al que nunca le sobró nada.

Tras vencer a Bolivia, Charles Aránguiz despachó una frase muy reveladora: “tenemos que empezar a leer mejor los partidos”. El volante del Bayern Leverkusen dio en el clavo. Chile está mostrando pocas ideas, un libreto conocido y predecible para los rivales. Como esta generación ganó la Copa América, tiene a algunos jugadores en los mejores clubes del mundo y el fuego interno intacto, el equipo sigue siendo competitivo. El punto es que está lejos de su mejor versión.

Si hace dos semanas Chile le pintó la cara a México e hizo recordar pasajes del partidazo que le jugó a Alemania antes del mundial de Brasil, significa que puede volver a volar alto. El equipo mantiene su potencial inalterable. También el amor propio. Los jugadores son ganadores, hablan a los cuatro vientos del campeón de América y se pican con las críticas de la gente y los medios. La tarea de Pizzi, entonces, es canalizar esa energía, ese ímpetu por revalidar el título y dotar al equipo del equilibrio que está adoleciendo. La Roja necesita recuperar la intensidad, ahogar a sus rivales y hacer daño con el balón. Es a lo que sabe jugar. Lo que le valió el respeto y admiración internacional.

De no producirse un descalabro de proporciones bíblicas, el martes Chile clasificará a cuartos de final donde se verá las caras con México o Venezuela en San Francisco. Un cruce que incluso bajo este estado de irregularidad es abordable para la Roja. Y es que en la copa lo relevante no es cómo se empieza sino como se termina. Determinante será la recuperación de Marcelo Díaz, que Bravo demuestre que es el arquero del Barcelona y que los de arriba la emboquen. Si Chile afina la propuesta, las piernas responden y Vargas o Pinilla se ponen las pilas, el equipo puede convertirse en candidato.

Si, en cambio, seguimos jugando como hasta ahora, lo mejor será pensar en las vacaciones y los 18 puntos que se disputan entre septiembre y noviembre por las Clasificatorias. Ahí, definitivamente, y no en la Copa América Centenario está la hora de la verdad para estos futbolistas y el nuevo cuerpo técnico.