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Hernández

¡Diablos Roger!

¡Diablos Roger!
Clive BrunskillGetty Images

Ese notable revés cruzado ganador de Milos Raonic cuando Federer requería solo un punto para igualar a 6 en el cuarto set y forzar el tie break, de seguro, rondará muchos días en la cabeza del tenista más grande de la historia. A esa altura, Roger figuraba dos sets a uno arriba y era evidente que sus piernas no estaban respondiendo adecuadamente. Necesitaba ir al desempate e intentar ganar en cuatro sets porque de lo contrario el partido se le iba.

Aquel maldito duodécimo juego marcó el destino del partido. Contra las cuerdas, Federer regaló una derecha pagada y cedió el juego y el set con su saque. Rato después también el partido con un cómodo 6-3 para Raonic.

Federer dejó escapar una de sus últimas grandes opciones para ganar un major. Haber estado a un saque y un tie break de jugar la final de Wimbledon y con Djokovic eliminado fue una oportunidad enorme. No la tomó y ahora la pregunta es cuántas chances similares dispondrá en el futuro. Finalmente, el desenlace de este viernes es también reflejo de que el tiempo no pasa en vano.

El suizo tiene 34 años y en las próximas semanas cumplirá 35, la edad en que los jugadores amateurs y ex profesionales de todo el mundo empiezan a jugar en la categoría senior. Federer constituye una excepción, es un jugador único, un superatleta como lo definió alguna vez Fernando González. Es tan bueno que aún le alcanza para ser protagonista en los mejores torneos del mundo mientras sus contemporáneos están retirados o dedicados al dobles donde la exigencia es mucho menor.

Fedex logró estirar su carrera porque dispone de una técnica exquisita, porque pegar el revés a una mano le ahorró problemas a la espalda, porque su gran saque le hizo jugar muchísimos puntos gratis en estos años, porque su drive es un arma letal y le permite acortar las jugadas. Todo complementado con un timming inigualable para subir a la red y volear con excelencia.

El punto es que a los 34 años, la técnica de un jugador puede estar intacta, pero el físico ya no responde como a los 20 o recién entrado a los 30 y para adjudicarse un Grand Slam hay que ganar siete partidos y estar preparado para largas batallas. Una tras otra. El efecto acumulativo es un factor determinante para los tenistas mayores y tal vez el mayor argumento de por qué Federer no logra adjudicarse un Grand Slam desde 2012.

El suizo le pega a la bola como los dioses, pero ya no defiende como antes. Duda. Y abre baches que hasta hace un tiempo no tenía. En rigor, nunca fue un gran defensor porque nunca le gustó correr. Siempre atacó y ejerció un juego dominante. A los Juegos Olímpicos de Río de Jaineiro, su último mega objetivo, llegará con 35 años pero con el aliciente de que los partidos se juegan al mejor de tres sets. Con 17 majors, un título de Copa Davis y una medalla de oro en dobles con Wawrinka en sus vitrinas, lo único que le falta en su carrera es colgarse una presea dorada en singles. ¿Lo logrará? Djokovic amenazó que revisará su ida a Brasil. Vaya o no, Federer igual es candidato.

El helvético es hoy el 3 del mundo, una clasificación que miles y miles de jugadores jamás alcanzarán, pero no lo mueve la aspiración de retornar al número uno porque ya logró el record de permanencia al tope de escalafón. Sabe que su edad le juega en contra para ese propósito. Federer debe ser selectivo y seguir apostando a los grandes campeonatos. Cuidarse y entrenar sus mejores tiros. Aquellos que le pueden dar aún mayor gloria. En términos reales es virtualmente imposible que vuelva a ganar Roland Garros, pero en cemento y en pasto aún tiene mucho que decir en los Grand Slam. Este y el próximo año al menos.

El suizo no ha dado señales acerca de un posible retiro. Y ojalá estire su carrera lo más posible porque verlo jugar es un deleite, una cátedra de tenis, una clase gratuita del más alto nivel a través de la televisión. Pero todo lo que empieza algún día tiene que terminar. Incluso para una leyenda como Federer. ¡Disfrutémoslo!