"Ni Jesús ni la Madre Teresa: me iría a cenar con Tim Duncan"
Un Popovich, coach de San Antonio, emocionado se despide de Duncan: "el mejor compañero que nadie haya soñado. Será imposible reemplazarlo".
Desde luego, tenía que ser uno de los momentos más significativos en el adiós de Tim Duncan. Se hizo esperar, o más bien es que estos son los tiempos de los Spurs, pero llegó: Gregg Popovich finalmente se despidió del que ha sido mucho más que su jugador franquicia, un tipo con el que alcanzó una relación simbiótica y para el que queda ya como el único entrenador de toda su carrera profesional. Ninguna otra leyenda de tal magnitud puede decir algo así.
Emocionado y en esa mezcla agridulce que hace de él un personaje tan especial, Popovich no tuvo problemas en comparecer ante la prensa afectado, casi frágil. No hay mejor homenaje para Duncan, su jugador, que aparecía en la camiseta negra de Pops sobre el lema “imposibble is potencial”: “Yo he cobrado mis cheques por él, llevo mi ropa por él… él me hubiera dado su propia ropa. Yo estoy aquí hablando y él no porque ese no hubiera sido Tim Duncan. Lo hemos dicho durante 19 años: solo le ha importado jugar lo mejor posible al básquetbol y ser el mejor compañero de camarín posible y ser el mejor tipo posible para su familia. Ese es Tim Duncan. Él no iba a hacer esto así que he decidido que tendría que hacerlo yo: despedirme de él. Algo que es imposible por un millón de razones”.
Así sigue un absolutamente emocionado Popovich: “He rebuscado qué decir y cómo decirlo y tengo algunas ideas que podrían ser aburridas… La gente siempre habla de con qué personaje se iría a cenar. Y dicen la Madre Teresa, o Jesús o el Dalai Lama… Entiendo esas respuestas. Pero yo pienso en gente más terrenal, gente que es interesante, y pienso en William F. Buckley a mi derecha y Gore Vidal a mi izquierda. Algunos serán lo suficientemente viejos para recordar sus debates. Gente inteligente, profunda, con ideas que te hacen replantearte todo… Pero mi cena sería con Tim Duncan porque es la persona más auténtica y sincera que he conocido jamás. Es tan genuino que casi cuesta hacerse a la idea”.
“Mi cena sería con Tim Duncan”. Popovich estuvo a punto de quebrarse, se le hizo un visible nudo en la garganta, cuando dijo esta frase. Pero siguió hablando de su pupilo: “Pasar tiempo con Timmy es sublime de mil formas distintas. La gente no sabe hasta qué punto es inteligente. Me recuerda a tipos como john Cleese… listos, agudos, sarcásticos. Nadie conoce esa faceta suya. Podía retarlo delante de todo el equipo por no estar reboteando bien y mientras volvía a la pista me decía ‘gracias por la motivación, Pop’ o ‘gracias por tu apoyo, Pop’… y a los dos nos daba la risa. La gente no ve eso. Pero eso es lo que veían sus compañeros y por eso le han querido tanto: ha sido el mejor compañero que nadie, jamás, haya podido imaginar”.
“Pensad en toda la gente con la que ha jugado. Con cualquiera, Tim solo tenía que levantar un brazo, pasárselo por el hombro y eso ayudaba a cualquiera a convertirse en el mejor jugador posible. Ha habido muchos jugadores que han tenido más éxito aquí que en otros equipos y ha sido por él, por el ecosistema que creaba. Todos le hemos estado agradecidos siempre. No pretendo ser humilde, la gente ya sabe cómo soy. Pero no estaría aquí ahora si no fuera por Tim Duncan. Estaría en la Budweiser League, en algún lugar de América, gordo y tratando de entrenar, o de seguir jugando al baloncesto. Él es la razón: él nos ha dado el éxito a muchos durante muchos años y jamás ha dicho ni una palabra sobre eso. Solo venía a trabajar todos los días. Llegaba pronto, se iba tarde. Se preocupaba por todo el mundo, de los mejores jugadores a los peores de la plantilla. Es irremplazable, imposible… Todos somos únicos, pero él es tan importante para tanta gente que cuesta hasta darse cuenta. Sin él me cuesta imaginar llegar a un entrenamiento, ir a un partido, subirme a un autobús, no tener que llevarle un trozo de tarta de zanahoria en el comedor… lo que sea”.
El técnico de los Spurs se refirió también al carácter en pista del mejor ala-pívot de la historia: “Nunca le veías dándose golpes en el pecho como si fuera el primer ser humano que hace un mate. Eso ahora se ve mucho. No señala al cielo, no hace guiños a la cámara… solo juega al baloncesto, y lo hemos visto durante tantos años que casi nos ha parecido mundano. Pero es un jugador tan especial que no lo olvidaremos jamás. Él y otros como Manu Ginóbili y Tony Parker se han sacrificado durante los años para que hayamos tenido siempre el mejor equipo posible, han perdido dinero. No sé qué hará Tim a partir de ahora, pero es demasiado inteligente para entrenar. No creo que dé muchos titulares a partir de ahora pero creo que podría seguir involucrado con la franquicia de alguna manera. Voy a hacer todo lo posible para que así sea, significa demasiado para todo el mundo esta organización”.
“Lo que más se va a echar de menos es el aura que creaba, la figura icónica que significaba para todos. La seguridad, la red de seguridad, todo lo que era como jugador. Llevaba dos años sin anotar mucho pero la gente no se daba cuánto de hasta qué punto seguía siendo eficiente en defensa. Y en ataque reaccionaba cuando los demás jugadores todavía ni sabían lo que iba a pasar. Estadísticamente había bajado pero la temporada pasada ganamos 67 partidos porque él seguía siendo una de las piezas claves del equipo, en defensa y en ataque. Ahora les tocará a otros dar un paso adelante, hacerse con ese liderazgo…”.
Por último, Popovich se refirió a lo fácil que era entrenarle aunque dejó una broma marca de la casa: “No le he intentado convencer para que siga, estoy harto de entrenarle, es un cabezón. No intentaría convencerle de nada…”. La realidad es que Duncan también era un ejemplo en eso: “Esa capacidad para dejar que le entrenáramos y le siguiéramos enseñando cosas, que le siguiéramos poniendo pegas y sacando defectos… ‘hoy lo has hecho bien, hoy mal…’, eso fue clave en nuestro éxito porque marcaba un carácter que todos tenían en el vestuario. Si alguien como él acepta que el entrenador le diga lo que tiene que decirle y siempre responde de forma óptima, nadie se iba a atrever a comportarse de otra manera. Él me ha enseñado que el liderazgo tiene muchas caras. Él lo ejercía de forma tranquila, sin agitar toallas y sin dar discursos. Si hablaba era porque tenía algo que decir. Menos era más. Así que cuando abría la boca la gente sabía que iba a ser importante. Siempre predicó con el ejemplo, siempre mantuvo su visión y todo el mundo la acababa compartiendo. No juzgaba, aceptaba. No tenía que exigir nada porque todo el mundo sabía lo que había que hacer, lo que esperaba de cada uno. Eso es lo que era Tim Duncan”.