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RÍO 2016

Tom Daley, la dura vida del saltador gay que brilla en Río

Acaba de colgarse su segunda medalla olímpica. Perdió a su padre a los 17, sufrió bullying, y tiene una historia que no deja a nadie indiferente.

Tom Daley.
Matt DunhamAP

La vida de Tom Daley ha dado tantas vueltas que cuesta creer que tenga recién 22 años. Uno de los mejores saltadores de trampolín del mundo y el más mediático, acaba de conquistar en Río su segunda medalla olímpica, sumando un nuevo capítulo a una historia de vida que genera admiración, crítica, pero que nunca pasa inadvertida.

Dentro de la piscina su nombre se escuchó por primera vez cuando compitió con 14 años en los Juegos de Beijing 2008. Finalizó séptimo en individual y octavo en duplas, ganándose el apodo de niño prodigio por parte de la prensa británica. Un año más tarde conquistó su primer oro en un campeonato del mundo, y la medalla de bronce alcanzada en Londres 2012 lo elevó a la categoría de ídolo nacional. Tenía 18 años.

En paralelo, su vida siguió una ruta turbulenta y sinuosa. Sufrió acoso escolar por parte de sus compañeros en el Eggbuckland Community de Plymouth, perdió a su padre a los 17 por un tumor cerebral, y ya convertido en estrella, publicó su biografía My Story y decidió en 2013 asumir su homosexualidad con un video en youtube. 

Desde ese momento Delay ha debido lidiar con lo que es y lo que se espera de él. Se le ha acusado de querer ser famoso más que un deportista profesional. Y su relación con el guionista Dustin Lance Black, ganador del Óscar el 2009 con Mi nombre es Harvey Milk, lo ha puesto algunas veces más cerca de las polémicas de la prensa rosa que las páginas deportivas. Su fama fue lo único que creció sin discusión.

En ese panorama, los Juegos Olímpicos de Río aparecían como el lugar ideal para una revancha. Reencantarse con el deporte que estuvo a un punto de dejar en estos años, pero al que volvió siempre cuando se sentía perdido. Este lunes, junto a su compañero Dan Goodfellow, se colgó la medalla de bronce. Se lanzó a celebrar a la piscina y arriba del podio se le veía emocionado, mientras decenas de fotógrafos lo apuntaban con sus flashes. No es fácil ser Tom Daley.