Los 3 jueces chilenos que también hicieron historia en Río
No son protagonistas, pero tuvieron un rol destacado en Brasil. Es la otra cara de los chilenos que estuvieron en los Juegos Olímpicos de Rio 2016.
Eric Saavedra, Guillermo Coydan y Ninfa Aliaga tienen varias cosas en común. Pero la que los une en estos momentos jamás la podrán olvidar: Son los jueces chilenos que participan en los Juegos de Río 2016.
Todos adquirieron protagonismo inusitado. Sin embargo, yacen –lógicamente- a la sombra de los deportistas nacionales. Su rol es distinto. Pero, coinciden, son casi tan importantes como las estrellas del deporte.
“De nosotros depende que ganen medallas, así que es una doble presión para nosotros”, dice Saavedra, quien se desempeña como juez de varones en la gimnasia.
Su carrera como deportista duró 22 años. Su sueño fue clasificar a unos Juegos y destacar tal como lo hace Tomás González. Sin embargo, recién lo pudo hacer ahora, pero como juez. “Tengo una sensación de felicidad inexplicable. Pero es estresante, porque dependen de ti las medallas. Ahora califiqué en la final de arzones”, dice.
¿Cómo se enteró que iba a estar en los Juegos?
“Me llegó una carta en diciembre diciéndome que había sido seleccionado. Ahí estallé de felicidad. Ahora mi sueño es llegar como técnico de alguno de mis alumnos de San Pedro de la Paz”.
Coydan, en tanto, lo hace en el tenis de mesa. Pero para ello dice que tuvo que pasar muchos obstáculos antes de ser ratificado como juez olímpico.
“Es un orgullo máximo llegar a esta instancia. Me toca evaluar a los mejores del mundo, pero para llegar acá también pasé muchas pruebas. Estuve en los panamericanos y tuve que pasar una prueba de inglés. Esto es un regalo a mi edad (64)”, afirma.
Ninfa Aliaga, por su parte, coincidió en el mismo lugar que Michal Phelps, la máxima figura de los Juegos. “Soy la primera jueza chilena en la historia designada por la FINA”, narra a La Tercera.
“Había un solo cupo y yo, humildemente, decía que si había justicia, sí o sí debería estar yo, porque mi currículum no lo tenía nadie”, cierra.