La insólita historia del ‘departamento maldito’ del Team Chile
Cuatro historias se cruzan con un denominador común. La Villa Olímpica marcó sus vidas y su paso por Brasil. Esta es la historia del departamento 1003.
La historia es curiosa. Nace y termina en Río de Janeiro. Específicamente en la Villa Olímpica, lugar donde los deportistas buscaron concretar sus sueños por casi un mes en los Juegos Olímpicos. Algunos lo consiguieron. Otros no. Y un puñado, simplemente, guardó el recuerdo como uno más de su exitosa carrera.
Cuatro deportistas chilenas, las protagonistas de esta historia, asoman en ese sitial. Sin quererlo, sus destinos se cruzaron de la manera más inesperada posible. Muy casual.
Kristel Köbrich, Simona Castro, María Fernanda Valdés y Francisca Crovetto se unieron en Brasil. Juntas dieron vida al departamento 1003 del edificio que albergaba al Team Chile. Así lo quiso el Comité Olímpico nacional, que fue quien estructuró el reordenamiento interno.
Una a una fueron llegando al lugar. Valdés lo hizo primero. Le siguió la gimnasta y luego la Alemana. La última en llegar fue Crovetto, el pasado 7 de agosto.
Todas ellas, avezadas en sus disciplinas, asomaban como cartas seguras de celebraciones en los Juegos. Su currículo así lo obligaba a pensar. Sin embargo, nada de ello ocurrió. Todas, sin excepción, sufrieron malos resultados o se fueron en medio de alguna polémica.
Y nada de ello pasó inadvertido. La voz se corrió rápido. De manera divertida, se comenzó a hablar de los poderes del departamento 1003. En otras palabras, del “departamento maldito”.
Causas para ganar el apelativo tienen. Y de sobra: Kristel y Crovetto eliminadas en primera instancia y, además, lejos de sus actuaciones permanentes. Castro se retiró entre lágrimas por fallar en la última instancia del All Around y Valdés, protagonizando una áspera discusión con su técnico (Julio López), pese al séptimo lugar que logró en pesas.
Fue el lugar de encuentro entre cuatro deportistas de elite. Compartían de cuando en cuando, pues parte del tiempo el recinto quedaba solo. Todas entrenaban o competían. O simplemente realizaban caminatas por el sector. Peor aún. Ni siquiera gozaban de tener un televisor para seguir de cerca, y de manera cómoda, los Juegos.
Algunos días ni siquiera se veían. El exiguo calendario las obligaba, muchas veces, solo a dormir en el lugar. Y como cada una tenía baño en su pieza, era poca la interacción del cuarteto. La convivencia quedaba de lado forzadamente.
Los Juegos están próximos a terminar. Y con ello, la historia del 1003 comienza a quedar en el recuerdo. Kristel ya se fue. Luego lo harán las otras deportistas. Pero todas se irán con una cosa clara. El departamento maldito es mufa (para los que creen en este tipo de cosas) y ya es parte del historial del deporte chileno.