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El capitán de la Roja está ido del Barcelona, para muchos, aunque la última Champions haya dicho otra cosa, el mejor equipo del planeta. Se dio el gusto de ganar una pila de títulos y compartir el camarín con mega estrellas del fútbol mundial como Messi, Neymar y Luis Suárez. En ese vestuario, Bravo no fue uno más, tuvo peso, ascendiente. Y se va por decisión propia, en perfecto estado de forma, vigente, con el reconocimiento de sus compañeros. Su historia dirá que deja el club por la puerta grande, como titular del campeón mundial de clubes.

De seguro, el ex Colo Colo hubiera querido completar su contrato en la tienda culé, pero está visto que los hechos forzaron su salida. La rotación que implementó Luis Enrique tenía fecha de caducidad, era insostenible teniendo a dos arqueros tan parejos y competentes como Bravo y Ter Stegen. Uno quería atajar en la Champions, el otro jugarlo todo. No había espacio para ambos.

La treta del alemán de acortar nuevamente sus vacaciones y ejercer todo tipo de presiones para ser titular en la liga terminó siendo una colisión frontal con las aspiraciones de Bravo. Cuando hace poco más de un mes uno y otro visitaron las oficinas del Barcelona para expresar su deseo de ser a cabalidad el arquero titular del Barcelona se supo que la fórmula de Luis Enrique expiraba. El primer año funcionó bien y el equipo ganó todo, la segunda temporada, Barcelona no pudo repetir en la Champions y Ter Stegen quedó disconforme. Su suplencia en el Mundial de Clubes terminó por agotar su paciencia. Bravo, a su turno, consideraba que era hora de atajar en todos los frentes.

¿Fue injusto que Bravo dejara el equipo y no Ter Stegen? Desde el punto de vista deportivo, probablemente sí. Bravo sigue siendo más completo que el alemán y estaba en condiciones ofrecer garantías totales y encarar la temporada con renovada confianza como Bicampeón de América. Pero en el fútbol y en las grandes instituciones rigen también otros criterios y tanto la edad de Bravo como el monto de la cláusula de salida del germano, una cifra impagable para la mayoría de los clubes, determinaron que fuese Bravo quien abandonara la institución.

Con todo, está claro que si Luis Enrique hubiese estado dispuesto a perder al alemán, con todas las consideraciones patrimoniales y financieras inherentes a esa decisión, Bravo seguiría siendo el golero del Barcelona. Al término de esta temporada veremos si el hosco técnico culé se equivocó o no. En el papel, tendría que haber respaldado al chileno y enviado a préstamo al alemán.

Afortunadamente, al seleccionado chileno lo fue a buscar uno de los mejores técnicos del mundo: Pep Guardiola. Para el ex adiestrador del Bayern Munich Bravo siempre fue una prioridad, al punto que, en los últimos días, estuvo dispuesto a darle una señal tan concluyente como dejar a Joe Hart en el banco para demostrarle que el arco del Manchester City era suyo. Entonces la operación no estaba asegurada y Guardiola se estaba ganando un conflicto seguro con el meta de la selección inglesa. Pero no le importó porque Bravo era su hombre.

El capitán de la Roja pudo quedarse en Barcelona y aceptar la cohabitación con Ter Stegen. Probablemente hubiese vuelto a jugar la Liga y algún otro partido circunstancial. Estaba en una zona de confort, pleno de regalías. Pero no, optó por ir en busca de nuevos desafíos, por sentirse, de una vez por todas, un arquero de Champions. Desde ahora el City le brindará lo que el pragmático de Luis Enrique le negó durante dos temporadas: actividad total, en todas las competiciones. Bien por Bravo y un equipo que de la mano de Guardiola dará muchísimo que hablar.