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El ataque total de Mario Salas

Lo admitió el propio Mario Salas durante la conferencia de prensa previa al clásico contra Universidad de Chile. "Es el momento más difícil de mi carrera", sostuvo el DT de Universidad Católica. Se refería al bajo nivel de desempeño de los cruzados, que les costó la eliminación en la Copa Sudamericana y una racha sin triunfos en las cuatro fechas del Torneo de Apertura. 

Las críticas de los hinchas han sido durísimas en relación a la labor del entrenador. Sin embargo, en medio de la tormenta de cuestionamientos hay un asunto que llama la atención. Salas es criticado por poner muchos hombres en ataque y no por "ratonear", como decimos en buen chileno.

Lo usual es hacer bolsa a los entrenadores por el accionar excesivamente defensivo de sus dirigidos, en el club que sea. Lo otro es cuestionarlos por la ausencia de ciertos patrones de conducta colectivos en la cancha que hagan al equipo en cuestión propietario de una identidad de juego. En el caso de la UC, esto no ocurre.

El zamarreo a Salas coincide con un innovación táctica que el DT ha intentado poner en práctica de manera coyuntural y no como recurso sistemático desde el minuto inicial en cada partido. Cuando la cosa no funciona, el entrenador se la ha jugado por alinear a dos centrodelanteros (en la derrota ante Santiago Wanderers terminó jugando con Nicolás Castillo y David Llanos, como ejes de ataque). Es decir, de su sistema de juego permanente 1-4-2-3-1 ha pasado a un 1-4-1-3-2. 

"Nada de lo que hacemos en la cancha no ha sido ensayado ni practicado", dijo en su momento Salas, respondiendo las críticas sobre una supuesto improvisación al intentar jugar con un doble "9". Las explicaciones fueron ignoradas por los seguidores cruzados.

Sin embargo, cabe consignar un detalle. En la obtención del título pasado ante Audax Italiano, en un dramático partido, el equipo terminó con los tres centrodelanteros (Castillo, Llanos y Roberto Gutiérrez) dentro de la cancha. Siempre el triunfo hace olvidar todas las cosas, aun más si significa la obtención de un campeonato intensamente anhelado. Pasa en todos lados, lo que no anula su negatividad.

Había ya entonces esbozos por jugar con dos centroatacantes y concentrar muchas unidades en la línea ofensiva. Nadie decía mucho, porque los resultados acompañaban. Cuando es así, todo es correcto y las formas importan un comino. Solo vale ganar, nada más.

El problema ahora en el Apertura, y con miras al choque contra la U, ha radicado en que la tensión ha desbordado a los circunstanciales volantes. Estos siempre han sido los punteros (Fuenzalida y Christian Bravo contra Wanderers, por ejemplo), quienes, con la inclusión del segundo "9" durante el desarrollo del partido de rigor, han debido descender en teoría al mediocampo.

El estrés por conseguir el gol que solucione todo, como pasó ante Real Postosí en la Sudamericana, los ha llevado a seguir como aleros y no retroceder e internarse en el cancha para actuar como mediocampistas interiores. ¿Resultado de esto? Una masa amorfa de cinco tipos (punteros, centrodelanteros y volante ofensivo) parados en el ataque, esperando que pase cualquier cosa. Si a ellos se unen los laterales (principalmente Stéfano Magnasco por la derecha), la cosa se torna más confusa, a raíz de la falta de claridad ofensiva.

A punto de cumplirse la quinta fecha del campeonato, Salas debe haber tomado cuenta del asunto. Contra la U, en el Nacional y a partir de las 12.00 horas de este sábado, tendremos algunas luces de si el DT adoptó las medidas correctivas del caso. También si son las adecuadas en la UC.